Era una de las plazas financieras más importantes a nivel mundial. Pero la crisis de 2008 anunció el inicio de la debacle.

El as cuentas numeradas de los bancos suizos Guardaron durante décadas bajo siete llaves y sus códigos secretos los dineros qu’grandes fortunas, líderes políticos de pocos escrúpulos o empresarios con poco cariño por los impuestos intentaron esconder a las autoridades fiscales de sus países.

La potencia de sus gigantes bancarios hacía el resto y convertían a Zúrich, entre todas las ciudades suizas, en una de las plazas financieras más importantes a nivel mundial. El establecimiento financiero y legal, la credibilidad del Banco Central suizo y la neutralidad del país hacia el resto. Pero aquella Suiza ya no es lo que era.

Suiza tenía en 1997 bancas muy grandes para competir en el concierto mundial. Hoy solo le queda UBS ya que este absorberá ha podido competir con Credit Suisse para evitar su quiebra y forzado por las autoridades del país.

El banco que hace más de 160 años para financiar un túnel que ha viajado hasta los Alpes y tendrá así con el aislamiento del país, que estaba quedando fuera de las líneas ferreas europeas, es hoy un recuerdo destinado al déguace.




La bolsa de Frankfurt, en Alemania, siguiendo las cotizaciones. Foto de Bloomberg

La presión de Obama

La debacle del sistema bancario suizo empezó en 2009. Hace unos años, tras el estallido de la crisis financiera con la caída de Lehman Brothers en 2008, la presión de la Unión Europea y sobre todo de la Administración Estadounidense de Barack Obama, hizo que Suiza tuviera que poner fin a su mítico secreto bancario en casi todos sus aspectos.

El banco que había fundado el industrial Alfred Escher empezaba a perder pie. Ya no era aquella entidad que había financiado la industrialización del país, era apenas la que guardaba bajo secreto dineros de dudosa procedencia Se dedica más al casino financiero que a financiar la economía real.

El banco UBS, comprador del Credit Suisse, en Zúrich.  Foto de Bloomberg


El banco UBS, comprador del Credit Suisse, en Zúrich. Foto de Bloomberg

UBS apareció hoy como el salvador, pero en 2008, hasta las cachés de activos podridos por la crisis de las hipotecas subprime, tuvo que ser catado con dinero público porque, como ahora con Credit Suisse, su hundimiento hubiera arrastrado a todo el sector bancario suizo probablemente estés en la mitad del europeo.

El fin del secreto bancario hacía imposible que Zúrich, capital financiera de un pequeño país enclavado entre potencias europeas, fuera una de las grandes plazas mundiales como lo había sido durante décadas.

Suiza está bajando a marchas forzadas a la segunda división de las finanzas pero con ella baja su último gigante bancario, imposible de dejar caer, ese “too big to fail” que popularizó la crisis de 2008.

El periódico Neue Zürcher Zeitungpublicado en Zúrich, decía la noche del domingo, tras la operación de compra, que esta «¿Destruiste un banco zombie? y paría un monstruo bancario” de un tamaño que Suiza nunca había conocido. Para evitar la caída de un gran banco sistémico, optó por una operación que creó una entidad tres veces mayor. El ultimo gran banco suizo.

Rescatar

UBS recibió 9.000 millones de francos suizos en garantías del Estado (unos 10.000 millones de euros) por aceptar tragarse Credit Suisse por 3.000 millones. El Banco Central Suizo también anunció que hubo una enajenación del sector bancario hasta 200.000 millones de francos para asegurar su liquidez. Nadie espera que Credit Suisse sea claro.

El espectáculo debe seguir porque en gran parte de eso vive el país. Así que el presidente suizo, Alain Berset, decía tras la operación qu’esta era «la mayor formada de asegurar la confianza» y que no era sólo buena para Suiza «sino para la estabilidad del conjunto del sistema financiero mundial». La fusión creó una entidad con 1,5 billones de francos suizos en activos, el doble del PIB suizo. Un monstruoso.

La ministra de Finanzas, Karin Keller-Sutter, dijo que haber permitido la quiebra de Credit Suisse “hubiera provocado daños económicos irreparables”. El suizo era uno de los considerados como 30 bancos mayores del mundo, los que no pueden caer porque arrastrarían al sistema bancario como fichas de un ajedrez.

O porque su caída hubiera puesto fin a Suiza como centro financiero de forma abrupta. Si no hay más accidentes de heno por cierto, la debacle seguirá su camino sin prisa pero sin pausa.

PA

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