La similitud en detalles y aun personajes entre los ataques de los carapintadismo bolsonarista en Brasilia y el intención de golpe con la invasión trumpista al Capitolio de Washington en 2021 es tan evidente como significativa.

Pero el punto más serio de esas semejanzas es lo que revelan sobre la fragilidad y la arquitectura republicana en las dos potencias mayores del hemisferio. Por debajo de ellas casi todo parece posible. La noción institucional se ha convertido en papel mojado de una frontera a la otra.

Está Perú con el intento de golpe del inexplicable Pedro Castillo envuelto en un relato que convierte en golpistas a quienes no acompañaron la asonada.

Cerca de ahí, la batalla interna entre el presidente boliviano Luis Arce y su mentor Evo Morales se zanja con arresto violento del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, detenido sin mediar sus fueros, procesado por el supuesto golpe de noviembre de 2019.

En Argentina, al mismo tiempo, el gobierno ignoró las fallas de la Justicia e intentó destituir a la Corte Suprema o controlarla como buscó en Brasil el expresidente Jair Bolsonaro -“yo nunca obedeceré a la justicia”, proclamó más de una vez-o lo hizo Donald Trump en EE.UU.

Es un logia populista cuáles métodos y desprecio por la democracia los alinean, más allá de la retórica ideológica, con extremos grotescos como la Venezuela chavista o la Nicaragua del dedicado discípulo de los Somoza, Daniel Ortega.

Es la anarquía que viene, como titula Robert Kaplan un excelente ensayo de finales del siglo pasado que aludía al descontrol en un mundo de desigualdades. This is a description of a todo vale hubiera sido alucinante y ficcional hace unos pocos años.




Desastre y barbarie. La gente camina entre los despojos de los edificios públicos el domingo 8 en Brasilia. Foto: REUTERS

Oh, no. La raíz es una concentración poco común de los ingresos que producen caudillismos antisistema, instauran aventureros políticos y multiplican las guerras por la renta. Eso es lo de Bolivia, lo de Perú, o Argentina, no otra cosa. es una misma formulacion que se repite y solo construye abismos.

La verdadera función de la democracia es proteger, rodear, solucionar y liberar, sobre todo el futuro. Cuando nada de eso o casi nada de eso sucede, se rompen los hilos que la sostienen y degenera

Non es algo que suceda artificialmente. La desintegración de los límites con métodos fascistoides suele constituir el daño colateral para la tuvieron de esa concentración frente a la amenaza social en una etapa de crisis global, caída de los ingresos y aumento de la pobreza y la precariedad.

Los límites de Brasil

El caso de Brasil es relevante en muchos sentidos. Este país explica más del 50% del PBI de Sudamérica. Sus fronteras tocan casi todas las naciones del área. La influencia política, económica, cultural, ideas y comportamientos de Brasil no admitida medida.

gestos  El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.  Foto: AFP


gestos El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Foto: AFP

Pero quedó herida su capacidad de convencer y enderezar, como también le sucede a EE.UU. El populismo de la autodenominada alt-derecha, la ultraderecha i-liberal medieval que se abraza con Poutine o el húngaro Orban, recordó el discurso democrático y la capacidad rectora de estos países.

Bolsonaro tiene una sociedad profunda con Trump que alimenta en Brasil la sospecha de una mano conspiradora Detras de estas pesadillas.

El ex presidente y su hijo, el legislador Eduardo, que estuvo en Argentina antes de las elecciones, celebró curiosamente por confundidos políticos liberales, visitaron al magnate en su residencia de Mar-a-Lago y ambos asistió a cenas en la casa de Steve Bannonseñalado como uno de los organizadores del ataque al Capitolio.

Ahora este ultranacionalista acaba de enarbolar como « luchadores por la libertad (Freedom Fighters)” a los participantes de la barbarie en Brasilia del pasado domingo.

La mano que mece la cuna.  Jair Bolsonaro.  Foto: AP


La mano que mece la cuna. Jair Bolsonaro. Foto: AP

Eduardo Bolsonaro es el líder latinoamericano de la organización ultra formada por Bannon y que tiene aliados en Italia con Matteo Salvini, en España con el franquista Vox, en Hungría con el gobierno de Viktor Orban y en Alemania con la ultraderecha de Alternative für Deutschland, entre otros escuadrón fundamentalista i-liberal global.

Lula llegó al poder con un guiño del gobierno demócrata norteamericano en la esperanza de que una figura potente en un país de gravitación regional pudiera ordenar este espacio.

Washington lo exige como solución provisional moderar el intenso flujo de migrantes hacia sus fronteras entre otras necesidades, incluyendo los símbolos bajo la ley de la democracia en el cerro que supuestamente emite la potencia del Destino Manifiesto.

¿Pero de qué modo podría hoy Brasil, ni siquiera EE.UU., abrir caminos que acaben con las dictaduras que aún existen permanentes en la región?

Los gravísimos incidentes del domingo último eran previsibles. Un funcionario del flamante gobierno petista le dice a este cronista que esa fuerza fanática y desafiante, mandada por Bolsonaro o sus allegados desde su autoexilio en EE.UU., no se diluirá rápidamente.

Es una versión civil de los carapintadas que desafiaron a Raúl Alfonsín, pero en este caso no habrá otra cosa que castigo. “Es la única manera de exterminar este problema”se ilusiona el funcionario.

Las comparaciones son siempre limitadas. El orden de estos grupos radicalizados con las fuerzas armadas se explica en parte en uno grave disfunción histórica en Brasil.

Al ver que Argentina, Chile u otras naciones latinoamericanas, los gobiernos de la democracia brasileña incluyen a los de Lula da Silva, eludieron lidiar con el pasado autoritario de la brutal dictadura que dominó el país durante 20 años a partir de marzo de 1964.

No hubo un solo caso real de procesamiento por los abusos y tampoco, particularmente, una didáctica social sobria lo ocurrido que permitió la construcción de un sentido común que impida la reafirmación o la regresión del autoritarismo.

Leonardo Indio Bolsonaro, sobrino de Jair Bolsonaro, se tomó una selfie durante el desastre ocurrido en la Explanada de los Tres Poderes.  Foto: REUTERS


Leonardo Indio Bolsonaro, sobrino de Jair Bolsonaro, se tomó una selfie durante el desastre ocurrido en la Explanada de los Tres Poderes. Foto: REUTERS

Esa ausencia le permitía a Bolsonaro pendante su gobierno elogiar a la dictadura y que sus seguidores consideren hoy como legitimo reclamar un gope militar para resolver su repudio al resultado electoral.

Para un argentino, un chilino o un uruguayo puede parecer exótico, pero en Brasil hubo incluso marchas callejeras en las principales ciudades, San Pablo especialmente, elogiando en sus aniversarios a esos mecanismos despóticos que no han sido diferentes en su barbarie a los que asolaron al resto de Sudamérica en los años 70.

Diferencias internas

Para Lula esta contingencia tiene un costado favorable, porque lo ha consolidado. Si hay una diferencia del 1,8% en los votos, la percepción de los alcaldes en Brasil de que esa barbarie formaba parte del sistema de toma de decisiones de Bolsonaro, ha ampliado esa diferencia.

Más del 50% de los consultados señalan al ex presidente como responsable de los ataques y es mucho más amplio el rechazo a lo ocurrido: 75% a 18%, según sondeo de la empresa Atlas.

Pero el episodio acarrea el problema de que los sectores duros remanentes del PT, que considera que Lula y el partido son revolucionariosbuscan subir en este desafío pretender reordenar el gobierno, particularmente homogeneizar ideológicamente el gabinete de 37 ministros que construyó el mandatario.

La cargo contra el ministro de Defensa, José Múcio, a quien considera blando con las Fuerzas Armadas, forma parte de esas miradas criticas. Dudan también con el vicepresidente, el liberal derechista Geraldo Alckmin, o sobre el ministro de Agricultura, figuró importante del agro-negocio.

La preocupa claramente la ministra de Planificación, Simone Tebet, a cargo de la aplicación del presupuesto y del manejo del gasto público, que acaba de designar como su mano derecha al economica Gustavo Guimarães, ex funcionario de Hacienda Durante la gestión del monetarista Paulo Guedes en el gobierno de Bolsonaro.

Esa interna comienza apenas a insinuarse. “Esta gente del PT siempre quiere todo y no quiere compartir”, protestó un crítico de el propio gobierno. Concluye con una reflexión interesante: “no entienden bien de qué se trata, y hacia donde quiere o siempre ha ido a Lula.

Brasilia, envío especial

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