LLos cimientos de nuestro contrato social están hoy amenazados por repetidos conflictos entre diferentes imperativos: energéticos, sociales, económicos. Lo vimos con el episodio de los «chalecos amarillos», lo encontramos con los choques en los precios de la energía. O estos conflictos se multiplicarán. Por lo tanto, será necesario, en los próximos años, establecer un enfoque a largo plazo de la reconciliación para construir el mejor compromiso entre estos objetivos. De hecho, son posibles compromisos mutuamente ventajosos, articulando estos diferentes temas de tal manera que se destaquen las sinergias, las compensaciones necesarias y las posibles soluciones, como en el caso del precio del carbono, que estuvo en el origen de la revuelta de los «chalecos amarillos» (» Análisis de las condiciones para recuperar un valor justo de carbono », Ademe, julio de 2021). Este tipo de enfoque, tanto analítico como político, colocaría en el centro de la elaboración de políticas públicas el diagnóstico de tensiones y la búsqueda de compromiso entre objetivos aparentemente opuestos.

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En la práctica, se trata de encontrar los medios para articular dos principios: por un lado, un principio de transparencia y acción ambiental (cada uno percibe el costo de su conocimiento del medio ambiente y todos contribuyen a la acción colectiva para reducirlo de manera efectiva) , por el otro, un principio de eficiencia económica y justicia social.

Las políticas públicas pueden y deben atribuirse a estos dos principios. Por ejemplo, una política que subsidie ​​los combustibles fósiles, o que conceda ciertas exenciones de las regulaciones ambientales, puede decidirse sobre la base de consideraciones de equidad o competitividad: entonces corresponde al segundo principio pero, con el tiempo, cuestiona el primer principio. Por el contrario, una política ambiental indiferenciada, que no garantizaría la participación efectiva de quienes tienen más capacidad y no preservaría a los más vulnerables, estará mal articulada con el segundo principio y corre el riesgo de ser simplemente rechazada.

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Construir un compromiso entre objetivos aparentemente opuestos requiere un proceso de análisis, negociación y gestión de varios años y de largo plazo, y una gobernanza adecuada. Este no debe ser un proceso paralelo más, sino que debe incluir la cuestión misma de la conciliación en todos los procesos políticos generales: gobernanza de las finanzas públicas, negociaciones de contratos de transición entre el Estado y las regiones, pero también entre el Estado y las ramas de actividad profesional. Es a nivel del Presidente del Gobierno, de la Secretaría General de Planificación Ecológica, que debe llevarse a cabo este proceso. Por lo tanto, es necesario comenzar por especificar estos métodos y llegar a un acuerdo sobre el método con las partes interesadas (instituciones públicas, ministerios, comunidades, órganos constituidos y representación de la población en los órganos de diálogo social – Consejo Económico, Social y Ambiental, Comisión Nacional Debate publico).

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