Estados Unidos e Israel han anunciado un acuerdo para permitir la entrada de comida y medicamentos al sur de Gaza desde Egipto. Lo han hecho al final de la visita relámpago del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, la primera que efectúa a Israel en tiempo de guerra y que ha estado marcada por la masacre (471 muertos, según las autoridades gazatíes) producida en la víspera por una explosión en un hospital de Gaza. El pacto, tal y como lo ha anunciado el Ejecutivo israelí, consiste en la entrada al sur de la Franja desde Egipto de “comida, agua y medicamentos para la población civil”. No se menciona el combustible, que necesita la única central eléctrica (lleva días inactiva), los hospitales para sus generadores y las bombas para la extracción de agua. Israel seguirá bloqueando todos los suministros, como la electricidad, que llegan desde su territorio mientras haya rehenes israelíes en Gaza. Ya de vuelta a Washington, Biden conversó con el presidente egipcio Abdel Fatah al Sisi, que se comprometió a dejar pasar 20 camiones con ayuda internacional. “Si Hamás se apodera de ellos o no los deja pasar, entonces todo habrá terminado”, dijo el presidente estadounidense a los periodistas a bordo del Air Force One.

La oficina del primer ministro, Benjamín Netanyahu, ha explicitado el acuerdo, aprobado unánimemente por su Ejecutivo. Por una parte, “Israel no permitirá ninguna ayuda humanitaria desde su territorio” hacia Gaza hasta la liberación de los al menos 199 rehenes israelíes en la Franja, que Hamás eleva a entre 200 y 250, una parte en manos de otras milicias o grupúsculos. Por otra, da luz verde a lo que se negociaba desde hace días: “En vista de la petición del presidente Biden, Israel no impedirá los suministros humanitarios desde Egipto, siempre que sean solo comida, agua y medicamentos para la población civil ubicada en el sur de Gaza o que se está moviendo hacia allá, y siempre que estos suministros no lleguen a Hamás”. “Cualquier suministro que llegue a Hamás será impedido”, ha añadido.

Poco antes, Biden había mencionado en Tel Aviv, sin especificar, un pacto para “la entrega de ayuda humanitaria que salvará vidas de civiles en Gaza”. Advirtió, eso sí, de que “si Hamás desvía o roba la ayuda, habrá demostrado una vez más que no le importa el bienestar del pueblo palestino”. El Cairo aún no se ha pronunciado sobre la existencia del acuerdo.

Desde que aterrizó por la mañana y hasta que efectuó el anuncio sobre la ayuda humanitaria, todas las palabras que Biden traía preparadas para su viaje habían pasado a segundo plano. La atención se centraba en qué diría sobre la masacre en el hospital, que las autoridades de la Franja atribuyen a un misil de la aviación militar israelí, e Israel a un cohete lanzado por la Yihad Islámica que erró en su objetivo. En sus primeras declaraciones y junto a Netanyahu, Biden se mostró “entristecido e indignado” por la matanza. Lo leyó de una cartulina que consultaba con frecuencia. Luego, levantó la cabeza y añadió: “Por lo que he visto, parece que vino del otro equipo, no del vuestro [el israelí], pero mucha gente no está segura, así que tenemos muchas cosas que superar”. Netanyahu asentía serio con la cabeza.

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Más tarde, Biden fue más preciso. Mencionó expresamente un “cohete fallido de un grupo terrorista” como motivo de la explosión y señaló que su conclusión se sustenta en “datos” que le mostró el Departamento de Defensa de su país. Ningún organismo internacional ha podido de momento verificar la autoría del ataque.

Los 3.478 muertos y 11.000 heridos en 12 días de bombardeos israelíes no han hecho mella públicamente en el apoyo de Estados Unidos a Israel desde el pasado día 7, cuando miles de hombres armados cruzaron de Gaza a Israel y mataron a unas 1.400 personas (la mayor masacre, en un festival de música al aire libre) y secuestraron al menos a 199. Biden ha dicho este miércoles en Jerusalén que Hamás cometió aquel día “atrocidades que hacen al ISIS [Estado Islámico] parecer algo más racional”, ha ofrecido su apoyo pleno —”no estáis solos”— y ha anunciado que pedirá esta semana al Congreso un paquete de ayuda a Israel “sin precedentes”. Pero también ha reiterado la posición oficial de Washington —la necesidad de crear un Estado palestino para resolver el conflicto de Oriente Próximo— y ha subrayado que “la inmensa mayoría de los palestinos no son Hamás”. Además, ha anunciado 100 millones de dólares (95 millones de euros) de ayuda humanitaria para Gaza y Cisjordania.

En privado, en cambio, Biden hizo a Netanyahu “preguntas difíciles” en calidad de “amigo de Israel”, según ha indicado en la red social X, antes Twitter. Las preguntas versaban sobre los “planes” que está “avanzando” Israel, según adelantó sin especificar el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Kirby, durante el vuelo con destino al aeropuerto de Tel Aviv, informa la agencia Reuters. Washington tiene en el mar Mediterráneo dos grupos de portaaviones para enseñar los dientes a Irán y a su protegida milicia libanesa Hezbolá ante la posibilidad de que se abra un nuevo frente en el conflicto.

Desde la izquierda, Blinken, Biden y Netanyahu, junto a otras autoridades de Israel, reunidos este miércoles en Tel Aviv.BRENDAN SMIALOWSKI (AFP)

La masacre del hospital ha transformado el viaje de Biden. Primero, porque no iba a limitarse inicialmente a Israel, sino que también abarcaba Jordania, donde tenía previsto mantener un encuentro a cuatro con el rey Abdalá de Jordania y con los presidentes de Egipto, Abdelfatá al Sisi, y de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas. Era una reunión importante para cerrar un acuerdo ―negociado desde hace días― que permita la entrada de ayuda humanitaria a Gaza, donde se acaban el agua, el combustible y la electricidad. También para evitar que la crisis se regionalice aún más y pactar la salida por Egipto de los gazatíes con pasaporte extranjero y la liberación de al menos una parte de los rehenes israelíes en manos principalmente de Hamás. Abbas es el representante de los palestinos reconocido por la comunidad internacional, mientras que Al Sisi y Abdalá representan a los dos países que tienen frontera con los territorios palestinos (Egipto con Gaza; Jordania con Cisjordania), un acuerdo de paz con Israel y miedo a recibir una oleada de refugiados.

El bombardeo del hospital el martes dio al traste con la reunión. Abbas responsabilizó a Israel, declaró tres días de luto y canceló su participación, mientras cientos de personas lo acusaban de tibio y pedían su dimisión en las calles de varias ciudades de Cisjordania, entre ellas la propia sede administrativa de la ANP, Ramala. Poco después, el país anfitrión la desconvocó. “Ya no hay nada de lo que hablar, salvo de parar la guerra”, zanjó el ministro jordano de Exteriores, Aiman Safadi. Miles de personas se han concentrado ante la Embajada de Israel en Amán. Las marchas de protesta se han extendido hasta Marruecos, Túnez o Turquía.

Refugio

Situado en el corazón de Gaza capital, el centro médico afectado se había convertido en los últimos días en refugio de miles de personas ante la dureza y frecuencia de los ataques aéreos israelíes, ha explicado este mediodía Hussam Naum, arzobispo de la Iglesia Episcopal Anglicana de Jerusalén, propietaria del hospital desde que fue construido a finales del siglo XIX. Previsiblemente, serán mayoría entre los muertos, ya que el proyectil no impactó en los edificios donde estaban los pacientes, sino en el aparcamiento al aire libre, donde muchos se agrupaban.

En una rueda de prensa en la Iglesia Catedral Anglicana de San Jorge, en la parte palestina de Jerusalén, Naum ha explicado que el ejército israelí les había advertido, principalmente por teléfono, el sábado, el domingo y el lunes, de que abandonasen el hospital porque se encuentra en la parte de la Franja que Israel quiere vaciar de civiles, con vistas a una invasión terrestre. El pasado martes, las Fuerzas de Defensa de Israel ordenaron a los 1,1 millones de residentes en esa zona (la mitad de Gaza) desplazarse hacia el sur, en una medida criticada por Naciones Unidas y organizaciones de derechos humanos. Unos 600.000 ya lo han hecho, mientras que otros 400.000 buscan refugio en escuelas u hospitales ―como el Al Ahli al Arabi― de distintas partes de la Franja.

El arzobispo ve difícil determinar el número de personas que había en el hospital en el momento de la explosión porque era muy cambiante. Es un recinto grande, formado por ocho edificios ―entre ellos una iglesia―, con un patio central y un aparcamiento. El sábado, albergaba casi 5.000 desplazados. Por “obligación moral”, los gestores del centro les comunicaron que acababan de recibir una advertencia de las autoridades militares israelíes para que evacuasen de inmediato. Solo unos 200 optaron por quedarse.

“Luego la gente fue viniendo y yéndose en función de lo que pasaba alrededor. Estamos en el centro de [Ciudad de] Gaza, en [el distrito de] Zeitún. Todo el tiempo hay bombardeos. La gente huye al hospital porque lo ve como un santuario. Depende del momento del día y de lo que esté pasando”, ha señalado, en compañía ―para trasmitir un “mensaje de unidad”― de los líderes de las principales iglesias en Tierra Santa. Entre ellos, el patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, recientemente nombrado cardenal por el papa Francisco y que el pasado lunes se ofreció a intercambiarse por los niños israelíes en manos de las milicias de Gaza si eso ayudaba a que recuperasen la libertad.

Naum rehusó en varias ocasiones opinar sobre la autoría del bombardeo: “Sabemos lo que hemos visto por televisión […]. No estamos en la posición, ni tenemos capacidad de decir quién fue. No somos militares, ni periodistas para analizar. Ni políticos para decidir. Solo decimos que ha sido un crimen”.

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