El ejército israelí ha efectuado en la madrugada de este jueves su mayor incursión terrestre en Gaza desde el ataque de Hamás. No ha sido la invasión para “destruir las capacidades militares y de Gobierno de Hamás” que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, lleva días anunciando y prometió este miércoles que llegará en su debido momento. Pero sí la primera vez en 20 días que tanques e infantería han penetrado “durante horas” en la Franja para “eliminar terroristas”, “neutralizar amenazas” y desactivar explosivos, según ha explicado el portavoz militar, Daniel Hagari, en su parte diario ante la prensa. El ejército israelí ha difundido vídeos de la incursión. Se puede ver a vehículos acorazados atravesar la misma barrera de hormigón que cientos de milicianos cruzaron en el estudiado ataque por sorpresa que dejó 1.400 muertos, principalmente civiles, y desencadenó la actual crisis.

La maniobra, dirigida ―en palabras de Hagari― a preparar el terreno para “las próximas fases de la guerra”, marcha paralela a los intensos bombardeos aéreos, que matan diariamente a cientos de palestinos ―en un 68%, niños y mujeres, según el Ministerio de Sanidad del Gobierno de Hamás― y ahondan el deterioro de la crisis humanitaria. Por falta de combustible para los generadores, los hospitales han empezado a racionar la electricidad para destinarla únicamente a las actuaciones de emergencia. Y la ayuda, ya considerada exigua cuando comenzó a fluir desde Egipto el pasado sábado, es cada vez menor. En las últimas 48 horas, apenas 20 camiones han atravesado el paso de Rafah —el único abierto, que une al enclave palestino con Egipto— con agua, comida y medicamentos. Es decir, un 2% de los que lo hacían cada día antes de la guerra.

Ninguno de ellos llevaba combustible, cuyo suministro rechazan Israel y Estados Unidos. La agencia de Naciones para los refugiados palestinos (UNRWA, en sus siglas en inglés) ha advertido este jueves de que “las próximas 24 horas son muy importantes” porque, si no entra fuel, se verá obligada a “reducir, y en algunos casos detener, sus operaciones humanitarias a lo largo y ancho de Gaza”. Del más de un millón de personas que ha dejado sus hogares por los bombardeos, 613.000 se refugian en instalaciones de la UNRWA, como escuelas y hospitales. La agencia ha perdido también en los ataques aéreos a 38 trabajadores. Israel no permitirá que entre combustible en Gaza porque Hamás ―el grupo armado islamista que gobierna en la Franja desde 2007― lo está usando para sus “necesidades operativas”, ha asegurado el portavoz militar.

Netanyahu se ha obligado en los últimos días a subrayar que no ha dado marcha atrás sobre la invasión, y que Gobierno y Fuerzas Armadas están yendo de la mano. “Nos estamos preparando para una invasión terrestre. No voy a especificar cuándo, cómo ni cuánto. Tampoco las distintas consideraciones que hacemos, que en su mayoría no conoce el público, y así es como tiene que ser, para que podamos preservar la vida de los soldados”, dijo este miércoles en un discurso a la nación, tras días de filtraciones a los medios nacionales sobre el descontento en el Ejército con el primer ministro sobre una operación que lleva días preparada.

De puertas para fuera, Israel y Estados Unidos insisten en que solo el primero decide los tiempos y las acciones. El segundo se limita a proporcionarle ayuda (como portaaviones desplegados en el Mediterráneo) para “no defenderse solo”, como prometió su secretario de Estado, Antony Blinken, poco después del ataque de Hamás. El presidente, Joe Biden, ha reiterado el “derecho y responsabilidad” de Israel de “defender a sus ciudadanos del terrorismo y de hacerlo de una manera acorde al derecho internacional”. El comunicado de la Casa Blanca llega en plena polémica por el cuestionamiento de Biden de las cifras de muertos palestinos que difunde el Ministerio de Sanidad del Gobierno de Hamás en Gaza.

De puertas para dentro, los estadounidenses están, sin embargo, preocupados por la capacidad de Israel para lidiar con una guerra regional que pudiese desencadenar la invasión. De hecho, su Marina informó de la intercepción de una ráfaga de misiles y drones lanzada desde Yemen contra Israel, aparentemente por las milicias Huthi, que apoya Irán.

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Es, según diversos analistas, uno de los principales factores que está retrasando la invasión. Pero Washington no solo quiere atar bien los cabos para su aliado antes de que entre con todo en Gaza. También pretende llevar antes a buen puerto las negociaciones, con mediación de Qatar, para liberar a los al menos 224 rehenes que quedan en Gaza, una parte de los cuales son también sus nacionales. Hamás ha liberado desde el fin de semana pasado a cuatro: una madre e hija estadounidenses, y dos ancianas israelíes. Qatar trabaja ahora mismo en un paquete mucho mayor: en torno a 50 con pasaporte extranjero.

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