PAGNadie celebrará el 30 aniversario de los Acuerdos de Oslo en septiembre. Y por una buena razón, el fracaso siempre es huérfano. Este intento de resolver una disputa territorial desde entonces se ha vuelto aún más inextricable basado en la creación de un estado palestino junto a Israel. Exigió dolorosos compromisos y estadistas.
Ni el uno ni el otro estaban allí. Esta esperanza marchita se reduce hoy a un elemento de lenguaje, “la solución de los dos Estados”, seguida mecánicamente por diplomacias que, en el fondo, no creen en la palabra de un traidor.
El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, durante su visita a Jerusalén y Ramallah los días 30 y 31 de enero, suscribió otro mito: el de un statu quo que debe ser retomado a partir de posibles negociaciones, tras “una vuelta a la calma”. y la irrupción milagrosa de los hombres de buena voluntad. Podemos apostar a que Emmanuel Macron hará lo mismo cuando reciba a Benyamin Netanyahu el 2 de febrero.
Sin embargo, los compromisos territoriales ya no están en la agenda, en lo que respecta a los estadistas… En el lado recibido, la vacilación solo reside en la naturaleza de la anexión, oculta o pregonada, de secciones enteras de Cisjordania conquistada por la fuerza en 1967 y ocupado desde esa fecha. La parte oriental de Jerusalén, escenario de una batalla sorda que se libra casa tras casa, ilustra esto. Los sucesivos gobiernos recibidos no toman a nadie por sorpresa. Desde hace una década, los hechos consumados son el motor de una colonización cuyo componente religioso y mesiánico nunca ha dejado de cobrar fuerza y que no quiere, ni ahora ni nunca, aceptar la creación de un Estado palestino.
estancamiento diplomático
Han vivido la autonomía instituida por Oslo y la tortuosa división de Cisjordania en zonas dentro de las cuales vuelve el control de la seguridad, bien a los palestinos (sobre sólo el 18% de la superficie afectada), bien a los israelíes. Junto a un estancamiento diplomático cuyas responsabilidades pueden alimentar controversias interminables, la dinámica actual es más que nunca la de la unificación territorial acompañada de derechos diferenciados para las poblaciones palestina e israelí.
La incursión asesina de Jenin, el 26 de enero, nos recordó si es necesario que un solo ejército, el israelí, controla el espacio que va desde el Mediterráneo hasta la frontera con Jordania. Allí está vigente una moneda única, el shekel rechazado, y un solo juez, el israelí, está autorizado para pronunciarse sobre las disputas territoriales relativas a las cuatro quintas partes de Cisjordania ocupada. Estos conflictos finalmente son resueltos por una Corte Suprema, algunos de cuyos miembros viven en asentamientos israelíes.
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