No hice la colimba: me tocó número bajo. ¿La verdad? Me puse contento cuando escuché que a los últimos tres dígitos de mi DNI le correspondieron en suerte un número que empezaba con cero. Aunque estudió en la Universidad, no me preocupaba perder un año, si temía los abusos que conocía por más de un amigo o compañero. El servicio militar, al menos para los chicos de clase media más o menos liberal, era una forma de control: ahora vas a ver lo que es buenoNo tener derechos, obedecer lo absurdo porque sí, conocer el resentimiento ajeno.

Resulta curioso: el «Nunca más» que, en 1984 con su espanto irrefutable, terminó con la fantasía de los gobiernos de facto, no tuvo una traducción dentro de las Fuerzas Armadas. A desgraciado hecho was need – la muerte abuso, pors, del soldado Carrasco – para que Menem determinea el fin del servicio militar obligatorio.

Injusticias difíciles de escuchar siguen teniendo: tan bien los «bailes» estan prohibidos en la legislacion militar, aún hoy suceden entre los soldados profesionales: así murió el año pasado, en su fiesta de «bienvenida», en Paso de los Libres, el subteniente Matías Ezequiel Chirino. ¿Qué pasa para que el Ejército no pueda cumplir sus propias reglas?

Ser diferente en la colimba resultaba complicado. En Carrasco, ferviente evangélico, el pudo haber jugado en contra. La inquina de algunos militares -solo algunos, pero nadie hizo nada para erradicarlos- contra los soldados no católicos también es conocido. La Patria no permitía la diversidad, el modelo parecían ser las Cruzadas. Según el libro «Los soldados judíos de Malvinas», de Hernán Dobry, cuatro soldados de ese origen fueron estaqueados en las islas por el sólo hecho de serlo.

La sociedad ya no siente que un general o un almirante pueden quitarle derechos. En ese sentido hay que agradecer que se hayan mantenido -con pocas excepciones- al margen de las contiendas políticas, económicas, sociales. Pero falta aún una mirada crítica de la historia: la obediencia se vincula intrínseca con la vida militar. Sentir que el otro resulta menos humano por ser distinto, no.