Ia acumulación de grandes crisis, desde los cracks petroleros de la década de 1970 hasta la pandemia de Covid-19 en 2020, pasando por la crisis financiera de 2008, ha lanzado un nuevo ciclo largo de aumento casi generalizado de la deuda pública en el mundo. Si bien su nivel promedio era del 30% del producto interno bruto (PIB) mundial alrededor de 1970, alcanzó casi el 100% en 2020. Francia, con una tasa del 112% en 2022, está ligeramente por encima de este promedio. Hoy, son la guerra en Ucrania y los desafíos del cambio climático los que pesan sobre las finanzas públicas y plantean la cuestión de la sostenibilidad de las deudas futuras.

De hecho, la experiencia histórica muestra que son esencialmente las guerras las que han puesto a prueba la resiliencia financiera de los Estados, a veces hasta el punto de la quiebra, pero no siempre. En principio, el gasto ordinario del Estado asegura su funcionamiento cotidiano; son utilizados por los recursos ordinarios, es decir, por los ingresos de los distintos impuestos y dominios del Estado. El endeudamiento a largo plazo, por otro lado, está destinado a financiar lo inesperado, lo excepcional.

Para que se suscriba a un precio razonable es necesario obtener la confianza de los inversores. El primer paso hacia este objetivo es el establecimiento del control parlamentario sobre el gasto público. El segundo es la garantía de una tributación efectiva porque la soportan todos (más o menos), percibida a bajo costo y con altos rendimientos gracias al dinamismo económico del país. El tercer factor es… la victoria, de lo contrario es el riesgo de quiebra (como Alemania después de las dos guerras mundiales). El cuarto es la creación de un banco central encargado de controlar la emisión de dinero, garantizar su valor y velar por la solidez del sistema financiero en su conjunto, como prestamista de última instancia.

Cuasi-monopolio comercial

Las Provincias Unidas (los actuales Países Bajos) e Inglaterra experimentaron aumentos vertiginosos de su deuda pública, sin caer nunca en mora. Partiendo de un nivel por debajo de un pequeño porcentaje del PIB en las Provincias Unidas en 1600 y en Inglaterra en 1695, llegaron más de un siglo después al 150% en el primer caso (alrededor de 1700), y al 194% en el segundo. de las guerras contra Francia (después de 1815). La sostenibilidad de sus deudas se debe al sistema de control político y bancario descrito anteriormente, a su dominio del comercio marítimo mundial y, sobre esta base, a la creación de una armada que les asegura un virtual monopolio comercial. Gracias a sus victorias, se convierten en centros financieros internacionales (Amsterdam, Londres) y su moneda se globaliza. La riqueza obtenida les permite hacer frente al servicio de su deuda, que se convierte en un importante activo financiero, buscado en toda Europa, y cuya fiabilidad les garantiza tipos de interés reducidos.

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