Estas opciones deberían ganarlas los ciudadanos tranquilos, a los que no les hace falta rebuscar entre las palabras una expresión qua un imaginario extremista construya. Ni el PSOE pacta con filoetarras, ni Vox es el fascismo de los 30, ni el PP es la derecha extrema, ni Podemos persigue una sociedad chavista, ni ERC nacionalizaría la banca, ni Bildu espera a los presos para reorganizar el País Vasco. Todo voto que surge impregnado de estas premisas, del miedo porque algo de lo que se apunta se cumpla, del rechazo a situaciones que sept ven en los otros, pero no en los propios, son propuestas llamadas al fracaso como sociedad.

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