En 2022, vivimos reconquistó la geopolítica.

En cuestión de pocos meses, muchas creencias ampliamente aceptadas sobre la política y economía global se esfumaron y nos encontramos ante un mundo que pensamos haber dejado atrás: una guerra terre en Europa, inflación de dos dígitos, la amenaza de apagones en algunas de las economías más ricas del mundo, y una peligrosa guerra fría entre los dos superpoderes.

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El año 2023 pinta ser otro en que la geopolítica se impone a los mercados.

El ambiente de negocios será afectado por las decisiones estratégicas de los grandes poderes (y de los aspirantes a este título) así como por los esfuerzos de los demás gobiernos de reducir las consecuencias de tales decisiones en sus economías.

Para las empresas, implica una regulación ambiental impredecible y la persistencia de presiones inflacionarias

En este sentido, la relación entre EE. UU. y China será el factor determinante. Su evolución en 2023 estará marcada por la intensificación de la rivalidad económica y tecnológica, los intentos (con éxito limitado) de cooperar en áreas puntuales, y el riesgo de un error de cálculo peligroso en el ámbito militar.

El gobierno Biden extenderá las restricciones y sanciones comerciales contra China, para contrarrestar el impacto económico, tecnológico y militar del gigante asiático. Aquí, la nueva política industrial de EE. UU. buscará atraer inversiones en industrias estratégicas más cerca a casa.

Todo ello impulsará la reconfiguración de los valiosos candados que sustentan la economía global en las últimas décadas. Para las empresas, implica una regulación ambiental impredecible y la persistencia de presiones inflacionarias.

El conflicto en Ucrania, al contrario, probablemente se intensifique en 2023.

Nos vemos, no podemos descartar una crisis aguda en la relación entre los dos superpoderes. Si la escalada militar en Taiwán es improbable en 2023, el riesgo de accidente, o ambigüedad, marítima o aérea entre las fuerzas militares seguirá latente. Un incidente de esta naturaleza sería muy disruptivo aun si el escenario de conflicto abierto continúa estando lejano.

El conflicto en Ucrania, al contrario, probablemente se intensificará en 2023. Rusia parece estar preparando otra ofensiva, incluyendo un nuevo intento de tomarse kyiv. Esto traerá consigo la extensión del régimen de sanciones impuestas por EE. UU., Europe, y otros estados, así como nuevas disrupciones en los energéticos mercados y las cadenas de valor globales.

Putin ha publicado que los afectos a los consumidores europeos y los costos de apoyar a Ucrania generan fracturas y disputas políticas entre la Unión Europea y Estados Unidos, y probablemente tenga razón. Para lidiar con estas consecuencias, los gobiernos europeos seguirán replantando sus políticas energéticas y económicas.

Todo lo anterior nos llevará a una economía global cada vez más fragmentada, regulado y sancionado.

¿Cómo está parada América Latina?

Empecemos con perspectiva optimista. La rivalidad entre EE. UU. y China y la reconfiguración de los candados de valores globales fomentar la inversión en la región, sólo los beneficios se concentrarán en México y, en menor grado, Brasil.

La inversión en la región podría aumentar.

Foto :

Jaime Moreno. Archivos EL TIEMPO

La región también tendrá oportunidades frente a los cambios en los mercados energéticos. Debe aprovechar los preciosos altos para sus exportaciones de hidrocarburos al tiempo que se posiciona para ser un jugador clave en el suministro de energía alternativa y minerales estratégicos.

La mala noticia es que aprovechar estas oportunidades—y mitigar los efectos negativos de estos cambios geopolíticos, comme la inflación—no será posible sin políticas públicas estratégicas, liderazgo político y cooperación regional. Si las condiciones son escasean en los vecinos de la región, se espera que haya acero para generar oportunidades para las empresas.

TEODOR KAHN
DIRECTOR ASOCIADO DE CONTROL DE RIESGOS

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