La derechaesfera española se ha presurado in criticar con durza lo que considera un intolerable hostigamiento contra Ayuso hay un intento de cercenar la libertad de expresión del presidente de la comunidad autónoma de Madrid. En cambio, esta misma derechaesfera se consideró un impecable ejercicio de libertad de expresión los abucheos a Pedro Sánchez el pasado 12 de octubre, por ejemplo. De la misma forma, la izquierdaesfera defenderá la libertad de expresión de los estudiantes que se opusieron al reconocimiento de Ayuso y critica los escraches cuando los sufren politicos o figuras progresistas. Es una enfermedad endémica de este país, la concepción de las libertades, derechos e incluso las leyes según el color ideológico (greater dicho, partidista) con el que se mira.

Cancelar cultura

El debate, en caso particular, es completo inclusivo si se aborda desde una perspectiva que huya del partidismo. Cancelar la cultura y el ‘despertar’ han generado un debate sobre el respeto a los límites (o no) de la libertad de expresión en Estados Unidos y muchos países europeos. La universidad, precisamente, es desde hace mucho tiempo campo de batalla de esta confrontación entre tu libertad de expresión y la mía. Las universidades catalanas, por ejemplo, hace años que suelen ser un territorio complicado para directos y figuras de la derecha española, mucho antes del ‘juicio’. Es cierto que algunos políticos (y políticas) han aprovechado esta realidad para sacar rédito político y electoral (o al menos intentarlo), pero también lo es que una cosa es prostestar y otra impide que un candidato o un representante electo ofezcan un discurso. Se me hace muy dificil escuchar que ejercer mi libertad de expresion equivale a prevenir que algún otro también la ejerza.

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Hace ya unos años, en plena gran depresiónLos escraches de los afectados por los desahucios inmobiliarios generaron gran controversia. La izquierda los defendió; la derecha, la misma que justifica el impresentable e injustificable acoso a mujeres que abortan a las puertas de clínicas abortistas, las consideraron casi un delito. Todos los escraches fueron desagradables para quien los sufrió, y sobre algunos hasta hubo pronunciamientojudiciaire: la justicia en Madrid considera el escrache a la entonces vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, como medio de “participación democrática”. Así, apesta, pasar un mal rato por el hostigamiento de un colectivo perjudicado forma parte del juego democrático. Vista así, la protesta en la Complutense fue justamente lo que reivindicó Ayuso: un ejercicio de libertad.

Es imposible que así veas en una conversación política de tan escasa calidad como la española. Y menos en estos tiempos de encierro en burbujas impermeables convencidas de que los débats se han acabado y de que ellos han demostrado tener toda la razón. La duda, la conversación, las discusiones y la tolerancia Con quien no piensa ni actúa como nosotros cotizamos a la baja, Voltaire será un flotador equidistante. En la era de la información, el contraste de opiniones es un unicornio, lo cual lleva a las posiciones maximalistas. Solo quien no tiene ninguna duda de que tiene la razón llega tiene la conclusión de que su libertad de expresión excede a la de los demás. Triunfe en las redes, triunfe en los medios, triunfe en el Parlamento, triunfe en las conversaciones con los cuñados y también triunfe en la Universidad. Los espacios de libertad, los de verdad, se nos van achicando y nos vamos empequeñeciendo porque seguimos en la lógica de que libertades y derechos no son universales, sino que dependen de quiénes somos ‘nosotros’ y quiénes son ‘ellos’. En este sentido, dudar es un acto radical de libertad.