Hace décadas, las mujeres conquistaron nuevos espacios en la sociedad. Ya no están relegadas únicamente a las tareas domésticas sino que, sin dejar de ocupar las tareas del hogar, se fueron profesionalizando. Incluidos, representando una mayoría en las universidades y trabajando prácticamente a la par de los hombres. Sin embargo, muchas de ellas no pueden evitar el «síndrome de la mala madre».

El problema abre otra pregunta: ¿Por qué los varones no se plantean este malestar? ¿Acaso no tienen las mismas obligaciones y responsabilidades? ¿No pueden sentir «malos padres»?

Segun la ultima Encuesta del Uso del Tiempo publicada en 2022 por el Indec, los hombres le destinan, en promedio, 3,4 horas por día a las tareas hogareñas y de cuidado; guarda eso las mujeres dedican 6.3 horas, es decir, casi tres horas más.

Tal vez sea por eso que, frente a la dinámica multitasking, 9 de cada 10 mujeres se siente «mala madre» en algún momento de su maternidad. Así lo reveló una encuesta realizada en el pool de Instagram @mami.tasking, comunidad creada por Victoria Pardo (33) y Johanna Gambardella (37), que cuenta con un pool de más de 83.000 miembros.

¿Qué es el «síndrome de mala madre»? Es un conjunto de sentimientos, ideas y sentimientos asociados a un autoconcepto negativo como madre. implícito la creencia de que somos capaces de satisfacer nuestras necesidades ni cumplir con sus responsabilidades. Beta Suárez, la creadora del primer blog latino que relataba la maternidad de manera inquietante, definiéndola como el mandato social de lo que une buena madre debe ser.

El término no está reconocido como un diagnóstico clínico oficial. Sin embargo, en la práctica clínica cotidiana se acompaña a la madre en la autoevaluación de sus creencias y valores, para explorar los factores socio-psicológicos que pueden influir en su comportamiento y analizo el origen por el que se percibe como «mala madre».

“En lugar de etiquetar a las mujeres es importante ofrecer apoyo y tratamiento para que puedan desarrollar habilidades y recursos que permitan mejorar la relación con sus hijos. La familia es un equipo en constante cambio y aprendizaje en el que cada integrante debe cumplir un rol y asumir responsabilidades. No hay algo que sea correcto para todo el mundo”, explica Alexis Alderete, especialista en Trastornos de Ansiedad y Entrenamiento en Habilidades, en diálogo con Clarín.

Según Pablo Muñoz, psicoanalista y profesor de la Facultad de Psicología de la UBA, en nuestras sociedades es habitual que la función materna coincida con la madre biológica o adoptiva del niño, aunque, admite, que no siempre es así.

“Habría que producir una separación social para que las mujeres que son madres biológicas no sientan la presión de tener que coincidencia con las exigencias que se planta. El síndrome de mala madre se presentó cuando el ejercicio de la función materna entró en contradicción con los deseos personales”, reflexiona.

Adriana Guraieb es psicóloga de la Asociación Psicoanalítica internacional. «Durante siglos, ser madre ha sido considerada el máximo logro de la mujer. Este mandato sagrado y bíblico tiene aún un peso muy hondo en la cultura that implica anteponer siempre las necesidades propias, Renunciando o postergando los deseos, objects y metas”, el dado tiene este medio.

“Las conquistas que las mujeres conseguimos en tantos alrededores se dédibujan en el ejercicio efectivo de la maternidad, entre los extremos del lado B y del lado A, entre los fundamentalismos y lo que deberíamos o no hacer”, esboza Suárez.

¿Cómo impacta este Síndrome en la mujer?

«En la actualidad, las mujeres tienen multiples y variados roles sociales, pero muchas se sienten en falta. Hoy, hay más paridad en la crianza de los hijos, aunque siga latente el mandato de que la función materna es ejercida por la madre”, evaluó Muñoz.

Por su parte, Alderete reflexionó: «Las madres pueden sentirse abrumadas por la responsabilidad de cuidar a sus hijos. Esto puede llevar a un distanciamiento emocional y afectar el desarrollo psicológico, la relación con su pareja y su capacidad para mantener una vida social activa».

Y agrega: «Aunque hoy en día también se habla del rol del padre en la crianza diaria de los hijos, la demanda social por la crianza apunta directamente a las mujeres, más allá de los espacios que haya ganado la mujer a través de los años ”.

Voces de distintas madres

Sin filtro, cinco madres comparten con Clarín sus experiencias, mostrando el lado B que nadie cuenta.

Rita Vanni (40) es doula, puericultora y psicoanalista. Experimentó el «síndrome de la mala madre» con la llegada de su segunda hija y la expansión laboral que atravesó a par de años después. «Maternar y trabajar nos impone a las mujeres una exigencia brutal. Creo que el síndrome de la mala madre es pulsátil: entramos y salimos de ahí frente a los desafíos que nos imponen las distintas etapas del crecimiento de nuestros hijos», dice convencida.

Este malestar impacta con una carga de culpa. La vivencia cada vez que levanta la voz más de lo debido y notó una expresión de desagrado en sus hijos. “Son micromomentos en los que algo se desbordó. En otras ocasiones, se trata de no poder con todo, entonces allí la mala madre es aquella que no puede sentarse a jugar”, sentencia.




Rita Vanni (40) es doula, puericultora y psicoanalista

¿Qué exigencias sociales pesas más? «Maternar como si no trabajase, trabajar como si no maternase. Esto me pone en jaque cuando tengo que exceptuarme de quehaceres cotidianos en pos de acompañar la llegada de un bebé, o una lactancia en apuros”, comentó.

¿La demanda social de crianza va dirigida directamente a las mujeres? «Sí, porque nacimos, nos criamos y maternalamos desde el mandato social de la maternidad como point de llegada a la realizacion de la mujer. Entonces, somos responsables de, por ejemplo, formado en el queremos parir y del tipo de alimentación que deseamos brindarle a nuestro hijo. Nuestra responsabilidad debería ser la de respetar nuestro deseo para que haya mas maternidades reales y menos juicios de valor sobre nuestras elecciones”, responde.

Daniela Calzadilla (35) es decoradora de eventos. Asegura que casi todos los días experimenta este malestar. “Fue una tarea titánica lograr que se prisiera a la teta. Recuerdo esa soledad y sensación malvada de no ser lo suficientemente buena y de mantener un dolor horrible en los pechos, llenos de leche, con los pezones destrozados y de fondo el llanto de mi beba de días hambrienta. También, el ruido arrollador de los comentarios de «intentá, hazlo así» y aún no ser suficiente», ilustración.

Daniela Calzadilla (35) es decoradora de eventos.


Daniela Calzadilla (35) es decoradora de eventos.

“Una vez que superas esta etapa, empieza otra que te vuelve a sacudir. El hecho de tener un trabajo que no tiene un horario normal, que limitame mucho en el poder dedicarle tiempo de calidad a Amelia, me hace cargar con esa culpa y sensación de mala madre”, confiesa.

“Con mi marido coincidimos en que ver a nuestra hija feliz y sana es el recordatorio de que estamos haciendo lo correcto. El caos, las criticas y las reglas sociales son menores en comparación con nuestro instinto, solo nosotras sabemos que es lo importante”, atesora.

Leticia Balbachán (39) es abogada y madre soltera. Le cuenta a este medio que se sintió la peor madre del mundo cuando nació su hijo porque no podía alimentarlo. “No, bajé mucha leche y bajo de peso. En uno de los controles me dijo que iba camino a la desnutrición y salí llorando del consultorio. Todo cambió cuando una pediatra me dijo que eso se solucionaba con lactancia mixta y lo único que mi hijo necesitaba era que yo estuviera bien”, recuerda.

Leticia Balbachan (39) es abogada y madre soltera


Leticia Balbachan (39) es abogada y madre soltera

En cuanto a las exigencias, señala: “Lo que más me agobia no se relaciona tanto con una exigencia social sino propia. Tengo que trabajar un montón para que a mi hijo no le falte nada. Pero cuando veo su sonrisa pienso que no lo estoy haciendo tan mal”.

Paraca María Fernanda Arias (39), psicóloga, este síndrome devaloriza a la mujer y le hace una impotencia experimental por sens que n’tiene el control de nada. «Puede llegar a ser muy peligroso y generar un trastorno anímico grave si no se obtiene ayuda a tiempo”, dice. Lo experimentó por primera vez el día en que volvió a su trabajo con una beba de 5 meses.

«Cuando tengo que seguir trabajando en casa con el celular, ella se da cuenta de que no está teniendo mi atención. Me siento así porque percibo que, al disfrutar de mi trabajo, mi deseo va mas alla de ella, mientras yo estaba esperando para jugar un rato”, reconoce.

María Fernanda Arias es psicológica y tiene 39 años


María Fernanda Arias es psicológica y tiene 39 años

Siente en falta y atravesando episodios de culpa de forma intermitente. Pero busca ayuda en su circulo intimo. “Trato de saldarlo haciendo que sea mas equitativa la tarea de mapaternar”, señala.

El autoexigente que mas el peso es el de trabajar y tener que volver el 100% como si no fuera madre. «Pienso que tengo que poder con todo y encima lo cumplo, a pesar de mi salud física y mental», dice.

Sin embargo, asegura que salir a trabajar le permite brindarle a su niña una imagen de mujer independiente y empoderada. «Creo que todavia es dificil derrumbar el mito de que la mujer nacio para tener hijos. Quien elige ser madre debe cargar con el sacrificio qu’implica la crianza”, sentencia.

lupe duarte (40), diseñadora web freelance, madre de 3 hijos (16, 11 y 8). Confirmó que en algún momento, en todas las etapas de la maternidad, se percibe como una mala madre.

«No pude dar la teta y eso me hizo sentir «fallada». Con adolescentes en casa, la mala madre aparece cada vez que se enojan o revolean los ojos. Lo veo en cada situación que no puedo controlar porque pasa fuera de casa. Pareciera que el síndrome no desaparece nunca, va mutando en la medida en la que van creciendo y aparecen nuevas situaciones. La creencia de que «la madre todo lo puede» está realmente agotada, porque es humanamente imposible», explicó a Clarín.

Lupe Duarte (40), diseñadora web freelance, madre de 3 hijos (16, 11 y 8)


Lupe Duarte (40), diseñadora web freelance, madre de 3 hijos (16, 11 y 8)

La gran mochila de culpa y el autoflagelo representa su mayor impacto. Refugios en un su rojo de contención. “Es básico para despegarse de todas las etiquetas que nos impone la sociedad”, señala.

«La mirada siempre está en nosotras. Un padre en una plaza, en el supermercado, comiendo con sus hijos es sinónimo de buen padre. Una madre haciendo lo mismo simplemente está haciendo lo que debe hacer. Nadie tilda de mal padre a un hombre que sale un sábado a la noche. En la misma situación, a la madre se le pregunta con quién dejó a los chicos”, cuestiona.

«Hago lo mayor que puedo y siempre desde el amor» para ir alivianando esa mochila de culpa, demanda y prejuicio, repite como un mantra.

MEDIO

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