Este viernes, Dani Alves fue detenido e ingresó en prisión provisional sin fianza acusado de violar a mujer el pasado diciembre en una discoteca de Barcelona.
Habitual de las salas de fiestas de la capital catalana, el jugador de fútbol pidió un favor a unos amigos periodistas en una de esas noches de juerga: “No me expongáis, nada de fotos”. Ocurrió en la era de Luis Enrique como entrenador del Barça, todavía en el pico de su carrera. En ese momento estaba además, lesionado, por lo que se presuponía guardando reposo. Y sus colegas cumplieron ese pacto.
El brasileño nunca ha escondido su gusto por la vida nocturna. Excéntrico a la hora de elegir su vestuario, siempre busca ser el centro de atención. Lo hacía en los asados que se organizaban en Barcelona con el grupo de Lionel Messi y compañía -era el encargado de la música-, también con su entorno más cercano. “Si estábamos en una discoteca y se le acercaba una tía, él le decía que sí, pero con la condición de que trajera amigas para sus amigos”, asegura uno de sus colegas en la capital Catalana.
Al futbolista brasileño “le gustó la fiesta”, dice un empleado del Barcelona, qu’añade que al día siguiente llegó al entrenamiento, sin haber descansado, y “nunca se le notaba el cansancio”. El defensa, amable con la prensa, siempre ha presumido de una vida súper profesional: futbolista pionero en cuidar su alimentación, como también en construirse un gimnasio en su domicilio para ejercitarse fuera de la rutina de sus clubes. Sus estadísticas lo avalan. A sus 39 años, formó parte de la convocatoria de Brasil en el último Mundial y nadie cuenta con más títulos que él: 42, seguido por Lionel Messi, que suma 41 después de coronarse en Qatar 2022.
Hijo de la marginalidad, el brasileño regresa cada tanto su vieja casa en un barrio duro de las afueras de Bahía. En 2017 publicó una foto en la cama en la que solía dormer de pequeño. “La vida es dura para quien es blando. Volver aquí sirve para purificar mi felicidad. No tengo necesidad de dinero ni de aplausos, solo de salud, una buena cama, un colchón decente y mucha fuerza de voluntad”, escribió. Alves, bajo embargo, habló sobre el expresidente Jair Bolsonaro y las últimas elecciones en Brasil. “Hay un eslogan que me encanta”, apunto. Y soltó la frase habitual de Bolsonaro: “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todo”. No fue el único futbolista brasileño que apoyó a Bolsonaro, también, por ejemplo, lo hizo su amigo Neymar.
En medio de las polémicas que ha arrastrado, Alves abandonó en más de una ocasión la lucha contra el racismo. Con veces de una forma más vehemente –“Europa está llena de racistas”, dijo en 2022–; Otras, más irónicas. En 2014, en el Madrigal, el antiguo campo del Villarreal, el lanzaron un platano. Alves lo cogió y se lo comió antes de lanzar un saque de esquina. “Hay que reírse de estos retrasados”, comentó tras el duelo ante el conjunto amarillo.
Su personalidad, por momentos reivindicativa, otras descaradas, le jugó alguna que otra mala pasada. En 2012, en un partido en el que el Barcelona de Guardiola goleaba al Rayo, Alves se empujó junto a Thiago para celebrar el quinto gol. Carles Puyol, entonces capitán, cortó el festejo. “No son actos de jugadores del Barcelona, pedimos disculpas”, dijo Guardiola tras el encuentro.
Aunque es considerado el mejor derecho lateral de la historia del Barça junto al uruguayo Benítez, a pesar de que se le ve como alguien divertido y profesional, ha sido también polémico. Ahora, en una de sus últimas escapadas en la noche de Barcelona, lo que el futbolista hizo en el baño de un club elitista de la zona alta de Barcelona lo ha dejado en prisión preventiva y acusado de violación.
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