Un cartel de Samuel Paty, en la ciudad de Conflans-Sainte-Honorine, en noviembre de 2020.THOMAS COEX (AFP)

Seis menores de edad han sido condenados este viernes en Francia a penas de entre seis y 14 meses de prisión por su implicación en el asesinato del profesor Samuel Paty a manos de un islamista de origen checheno. Los adolescentes cumplirán la pena en libertad o con un brazalete electrónico, dependiendo de la condena. La sentencia, dictada tras dos semanas de juicio a puerta cerrada, cierra el primer capítulo judicial relacionado con la decapitación de Paty el 16 de octubre de 2020 en Conflans-Sainte-Honorine, cerca de París. A finales de 2024 está previsto el proceso a los ocho adultos acusados también de haber facilitado el atentado. El terrorista, Abdulakh Anzorov, murió por los disparos de la policía.

Los jóvenes juzgados por el Tribunal de Menores fueron piezas decisivas en el engranaje que desembocó en la decapitación de Paty, un atentado que evidenció la amenaza que el islamismo suponía para la escuela laica y republicana. El profesor de Historia, en una clase sobre los límites de la libertad de expresión, había mostrado algunas de las caricaturas de Mahoma que el semanario satírico Charlie Hebdo había publicado unos años antes. En enero de 2015, dos yihadistas irrumpieron en la redacción de Charlie Hebdo, en un atentado que dejó 12 muertos. Antes de mostrar las imágenes, el profesor dijo que quienes pudieran sentirse ofendidos no estaban obligados a mirar.

Al inicio del letal engranaje en el instituto de Conflans-Sainte-Honorine se encuentra una adolescente de 13 años, acusada por denuncia calumniosa. La chica había sido expulsada unos días del centro por mal comportamiento. Ante sus padres, se inventó la excusa de que había sido castigada por encararse con Paty después de que este invitase a los alumnos musulmanes a salir del aula. Era falso. El padre de la alumna, aliado con un imán integrista, hizo circular la mentira por redes sociales y foros islamistas, y puso en marcha una campaña que resultaría letal. Colocaron así una diana en la cabeza del profesor, al que acusaban de islamofobia. La mecha prendió. Anzorov, un refugiado checheno de 18 años que vivía a 60 kilómetros del instituto, tuvo noticia de esta campaña viral contra Paty. Decidió pasar a la acción.

Cuando, unos días después, llegó ante el instituto de Conflans-Sainte-Honorine, Anzorov no conocía a Paty. No lo habría sabido reconocer. Por eso ofreció 300 euros a un alumno para que le ayudase a identificarlo. El alumno, junto a varios amigos de 14 y 15 años, se prestó al tétrico negocio sin calibrar las consecuencias. Estuvieron un tiempo vigilando si Paty salía a la calle, le ofrecieron al terrorista informaciones sobre su físico y vestimenta y, cuando lo vieron, le indicaron quién era. Estaban acusados por asociación de malhechores. El próximo juicio, previsto para el próximo noviembre, se ocupará de los adultos –entre ellos, el padre de la joven condenada y el imán, además de amigos del terrorista– que participaron en la campaña de odio contra Paty y propiciaron un atentado que marcó un antes y un después para los maestros y profesores en Francia.

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