La secuencia, trágicamente familiar en Estados Unidos, fue la acostumbrada. Primero se supo que había un tipo armado en Lewiston, segunda ciudad más poblada del pequeño Estado de Maine, al noreste del país. Después, que había actuado en “múltiples escenarios”, que al final resultaron ser dos: una bolera y un restaurante. Luego la policía informó de “varias víctimas”, sin dar más detalles, y de que el sospechoso estaba a la fuga y “activo”. Las aclaraciones se acompañaban de una advertencia para los vecinos de que se recogieran en sus casas hasta nuevo aviso. La foto del presunto asesino, un hombre blanco de gesto ansioso, en posición de caza, flaco, alto, con barba y un fusil de asalto con mirilla, no invitó a los pocos minutos a presagiar nada bueno. El hospital de la ciudad se puso en alerta. Y al final, llegó pasadas las 21.00 (hora local) la fatal confirmación: según las autoridades, Robert Card, militar en la reserva e instructor de tiro, mató en la noche del miércoles al menos a 22 personas, y dejó decenas de heridos, “entre 50 y 60″.

Se trata, según Gun Violence Archive, organización centinela de la violencia armada en Estados Unidos, del tiroteo masivo número 565 en lo que va de año. Para sumarse a la macabra lista, un episodio de este tipo tiene que saldarse con cuatro heridos o muertos por bala, sin contar al asaltante. Las víctimas, además, no pueden ser miembros de la misma familia. La cuenta arroja un resultado de casi dos tiroteos masivos por día en 2023. Solo esta semana, se han registrado tres antes del de Lewiston (una comunidad de unos 35.000 habitantes), con tres muertos en total en sucesos acaecidos en Illinois, Colorado y Carolina del Norte.

Hasta este miércoles, según las cifras preliminares del último incidente, los más mortíferos del año se habían producido en mayo en Monterey Park, California (16 asesinados) y Allen (Texas), con ocho.

De confirmarse los 22 muertos, el de Maine se colocaría como el octavo en número de fallecidos en la infame historia de los tiroteos masivos en Estados Unidos. Por el número de heridos sería el segundo, solo por detrás de la masacre de Las Vegas en 2017, en la que murieron 58 personas y hubo 546 heridos.

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Un oficial de policía hace guardia frente al hospital de Maine donde han sido trasladado algunos heridos, este miércoles en Lewiston.
Un oficial de policía hace guardia frente al hospital de Maine donde han sido trasladado algunos heridos, este miércoles en Lewiston. CJ GUNTHER (EFE)

Las autoridades de Lewiston también difundieron la imagen de un todoterreno blanco, propiedad, en apariencia, del sospechoso a la fuga. Lo encontraron en la cercana localidad de Lisbon. El hombre vestía una sudadera con capucha de color marrón y el rifle semiautomático que cargaba era de estilo militar, un arma también trágicamente familiar en la cotidianidad de Estados Unidos.

Pasadas las 23:30, un atribulado Mike Sauschuck, del Departamento de Seguridad Pública, concedió una breve conferencia de prensa, en la que brindó algunos datos del sospechoso. Dijo que estaba “armado y era peligroso”, y contó que el terror se había desatado a eso de las 19:00. Después abrió el turno de las preguntas, apenas dos, disculpándose de antemano porque “seguramente” carecería de respuestas para tantos interrogantes. Definió la situación como “muy cambiante”. Ni siquiera quiso confirmar el número de muertos.

A medianoche el sospechoso seguía huido, y las autoridades se temían que estuviera tratando de fugarse a Canadá, cuya frontera en el punto más cercano está a algo más de dos horas en coche desde Lewiston, una zona rural y escasamente poblada.

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