El 17 de noviembre de 2021, cuatro adolescentes salen en auto del centro de entrenamiento del club de fútbol Barracas Central, ubicado en el sur de Buenos Aires. Jugaba allí Lucas González, de 17 años. Sus tres amigos habían venido a probar suerte para incorporarse a los equipos juveniles de este club de primera división. Son las 9:30 a.m. De regreso al municipio de Florencio Varela donde viven, ubicado en las afueras de la ciudad, se detienen a comprar jugos de frutas y tortas, en la entrada de la Villa 21 -24, un precario barrio de la capital argentina.

De repente, un vehículo sin identificación y sin matricular les corta el paso. “Toqué la bocina porque pensé que estaba distraído”, dice el conductor, Julián Salas, durante el juicio. Cuando ve a uno de los agentes, vestido de civil, vestido de negro y armado, bajarse del coche, asegura pensar en un intento de robo, e intenta escapar trepando por la acera.

Los disparos comienzan a fundirse, dos balas alcanzan a Lucas González en la cabeza. Julian detiene el vehículo y pide ayuda. Des policiers en uniforme en poste aux alentours s’approchent et immobilisent rapidement deux d’entre eux, tandis que le troisième s’échappe, avant d’être arrêté quelques heures plus tard, alors qu’il s’était rendu au commissariat pour dénoncer los hechos. Mientras tanto, Lucas González será transportado bajo vigilancia policial al hospital antes de sucumbir a sus heridas al día siguiente.

Catorce acusados ​​acusados

Rápidamente, la versión dada por los policías involucrados -quienes aseguraron haber sido puestos en peligro por “cuatro individuos aparentemente menores, jóvenes” OMS «estaban armados», pierde crédito. Si bien afirman haber sido amenazados con un arma, descubrimos que esta última es falsa y que, por lo tanto, no hubo disparos sino disparos en un solo sentido. Los padres de los jóvenes aseguran en los medios que el arma encontrada en el vehículo de los adolescentes fue colocada por la policía después del hecho, lo cual será confirmado más adelante por un testimonio. Finalmente, un video de seguridad de la ciudad de Buenos Aires, que registró parcialmente la secuencia, muestra, según el magistrado que lo evaluó, una escena que más parece un «agresión» de la policía que un control de identidad.

En los medios y en las redes sociales la sociedad argentina está indignada. El impacto es tal que es Gregorio Dalbon, uno de los abogados de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, quien finalmente encarna a las familias de las víctimas.

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