PAG¿Por qué los gobiernos reaccionan tan poco cuando se acumulan las evidencias científicas de la existencia de una importante disfunción en el sistema terrestre? El 31 de mayo, la revisión Naturaleza A publicó los resultados de un estudio (» Un mundo justo en un planeta seguro: el primer estudio que cuantifica los límites del sistema terrestre »Potsdam Institute for Climate Impact Research, PIK) elaborado por una comisión científica internacional, que reúne a más de cuarenta investigadores de todo el mundo, que advierten en términos muy preocupantes: “El hombre está asumiendo riesgos colosales por el futuro de la civilización y todo lo que vive en la Tierra. »

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Y, sin embargo, en Francia, al día siguiente de la publicación del importante informe de Jean Pisani-Ferry y Selma Mahfouz sobre » El impacto económico de la acción climática “, en el que se proponen en particular dos medidas que permitan financiar las inversiones necesarias para la transición ecológica –el endeudamiento y el impuesto excepcional a los más pudientes–, varios ministros se despacharon a los medios de comunicación para indicar que ni lo uno ni lo otro eran concebible.

Otros estados no lo están haciendo mejor, ni tampoco los organismos internacionales: «La respuesta colectiva del mundo al calentamiento global es lamentable»denunció el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, el 15 de junio en una conferencia de prensa. ¿Cómo explicar tal ceguera?

Resistencia a la ciencia, menos frontal y más sutil

¿Se debe culpar a la resistencia a la ciencia? El climatoescepticismo está lejos de haber desaparecido, en nuestro país como en otros lugares. Todavía encontramos –ciertamente difundidas más discretamente que antes pero de manera igualmente asertiva– expresiones públicas que defienden las siguientes ideas: la corriente calentó un fenómeno natural que nada tiene que ver con la actividad humana; las afirmaciones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) son mentiras derivadas de las manipulaciones de los demócratas estadounidenses; las políticas resultantes del trabajo del IPCC serían dramáticas porque destruirían nuestras industrias y nuestros empleos. Pocos gobiernos recordarían supuestamente adoptar estos supuestos.

Hay, sin embargo, otras formas de resistencia a la ciencia, menos frontales y más sutiles, que los gobiernos pueden escuchar con más atención y que los propios científicos pueden fomentar.

Se piensa aquí en las estrategias de los lobbistas develadas por Naomi Oreskes y Erik Conway en Los mercaderes de la duda (Le Pommier, 2012) y por trabajos de ciencias sociales dedicados a la agnotología, es decir, la forma en que se puede generar ignorancia con fines de manipulación (ver por ejemplo Los guardianes de la razónStéphane Foucart, Stéphane Horel, Sylvain Laurens, La Découverte, 2020).

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