España, la decimoquinta mayor economía del planeta por volumen de PIB, lleva un lustro estancada en el puntuación 36 de la clasificación de competitividad global que elabora anualmente la escuela de negocios suiza IMD además del análisis de la evolución de las estadísticas nacionales y de la sobria percepción de las distintas economías que tienen entre 5.000 y 6.000 altos ejecutivos de todo el planeta.

El país está razonablemente bien ubicado en capítulos como la dotación de infraestructuras, la atracción de inversión extranjera, la atención sanitaria o el cuidado del entorno, pero deploma en la práctica la totalidad de los apartados que configuran la categoría de ‘eficiencia del Gobierno’, en la que ni siquiera es capaz de ubicarse entre los 50 mjores países del globo.

Los datos del IMD World Competitiveness Ranking corresponden a la edición de 2023 ubicada en España en el puesto 51 de la clasificación de ‘eficiencia del gobierno’ tras perder nada menos solo una vez puestos desde el año 2018. «Hemos venido percibiendo un deterioro progresivo de la percepción de la eficacia del gobierno en España desde hace cinco años», concede José Caballero, jefe del equipo de investigación del índice.

Lo que traslada ese puesto es la Frágil posición de España en aspectos con incidencia relevante en la competitividad como las finanzas públicas (puesto 58), la política fiscal (puesto 57), el marco institucional (puesto 43) o la regulación del marco de actividad de las empresas (puesto 51, tras caer desde el 46 en 2023).

En este capítulo también nos centramos en las principales deficiencias en materia de competitividad económica que el índice detecta en España: legislación sobre desempleo (62 en la lsita), trámites para crear una empresa (61), impuestos sobre las personas físicas (59) , subsidios (58), regulación laboral (57) o capacidad de adaptar la acción a las circunstancias (57).

Ventas e infraestructura

Otros indicadores que penalizan la posición española en materia de competitividad su su elevada tasa de paroEl elevado paro juvenil, la escasez de reformas económicas y sociales de calado o el retraso en la transformación digital de l’ejido empresarial.

Pero si España ocupa el puesto 36 en la clasificación global de las economías más competitivas es porque también tiene potencialidades que la hacen atractiva para la inversión. Las opiniones expresadas por los altos ejecutivos consultados por IMD para elaborar este listado de IMD destacan de forma única la preparación del capital humano (que se menciona en el 65% de las respuestas), la dotación de infraestructuras del país (64%), la acción abierta y positiva de sus ciudadanos (51%), la posibilidad de competir vía costos (47%) o el nivel de educación superior en el país (46%). La competitividad del régimen tributario solo lo mencionan el 8% de los encuestados y si se pregunta con la eficiencia del Gobierno el porcentaje se desploma hasta el 4,5%. El diagnóstico de los ejecutivos sobre las últimas de la competitividad española es claro.

La clasificación IMD también se aplica a la capacidad de cada país para competir con sus principales competidores. Entre los 41 países que miden del área Europa-África-Oriente Medio España ocupa el puesto 23 (el mismo que en 2018) y entre los 27 países con más de 20 millones de habitantes que entran en la clasificación se le asigna el puesto 15 por su capacidad competitiva, respecto al puesto 14 del año pasado.