Con un orden del día monopolizado por los debates acerca de la explosión en un hospital de Gaza la víspera, el Consejo de Seguridad de la ONU se ha reunido este miércoles para abordar la situación en la Franja y la guerra entre Israel y Hamás. La convocatoria tenía como objetivo someter a votación, un día después de lo previsto, una resolución de Brasil, la primera iniciativa que parecía viable desde que hace 11 días estallaron las hostilidades, pero que fue finalmente rechazada por el veto de Estados Unidos. El llamamiento del secretario general de la ONU, António Guterres, a un alto el fuego humanitario esta mañana apenas logra enmascarar la triste realidad: el bloqueo y la inoperancia del órgano encargado de velar por la paz y la seguridad mundiales, por el ejercicio del derecho de veto de alguno de sus cinco miembros permanentes. La de este miércoles ha sido la 9.443ª sesión sobre la situación en Oriente Próximo, triste recordatorio de un conflicto enquistado desde hace más de medio siglo.

Pese a la condena explícita de los ataques de Hamás, que a diferencia de uno ruso votado el lunes sí incluía este borrador, la resolución presentada por Brasil, actual presidente del Consejo de Seguridad, obtuvo 12 votos a favor, el voto en contra, suficiente para ser rechazada, de Estados Unidos, y dos abstenciones: las del Reino Unido y Rusia.

La votación de la propuesta de Brasil se ha celebrado más de 24 horas después de que un borrador presentado por Rusia, ―con un llamamiento al alto el fuego, pero sin condenar la ofensiva de Hamás que desencadenó la guerra― fuera rechazado el lunes por el máximo órgano ejecutivo de la ONU, incapaz desde el 7 de octubre de responder a la crisis de manera urgente y unitaria. A petición de Emiratos Árabes Unidos y Rusia, las deliberaciones sobre la explosión de un hospital de Gaza en la que este martes han muerto cientos de personas, coparon la mayoría de las intervenciones de los 15 miembros del Consejo. Los discursos pusieron de manifiesto la parálisis de funcionamiento y de concepto —el añejo sistema de veto, que muchas voces reclaman actualizar— del órgano.

El texto presentado por Brasil, objeto de varias reescrituras desde el fin de semana y que no explicita el derecho a la defensa de Israel, “condena firmemente toda violencia y hostilidades contra civiles y todos los actos de terrorismo”. A la vez, “rechaza y condena inequívocamente los atroces ataques terroristas de Hamás” lanzados en la madrugada del sábado 7 de octubre. También pide abrir “corredores humanitarios” para proporcionar ayuda a los civiles.

En la sesión abierta hubo intervenciones especialmente críticas, como la del representante de Gabón, que abogó por “la única solución posible, la de los dos Estados” palestino e israelí, y denunció el desequilibrio de fuerzas en el seno del Consejo. Otros discursos, como los de las embajadoras de EE UU y el Reino Unido, fueron de parte, alineados con Israel. Una prueba de las fracturas internas en el máximo órgano de la ONU y de su consiguiente bloqueo operativo. “Lamentamos que una vez más no se pueda adoptar una solución por el [mecanismo del] derecho de veto”, denunció el representante de Ecuador. “Los principios del derecho internacional están siendo pisoteados cada minuto”, lamentó la embajadora de Emiratos Árabes Unidos. No ha sido un texto perfecto, indicaron varios representantes; incluso plantea la sospecha de si la declaración de un alto el fuego humanitario puede ir en detrimento de la seguridad de Israel, pero ha sido hasta ahora el único capaz de concertar cierto consenso (los 12 síes, de un total de 15).

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Como ha hecho anteriormente con respecto a la guerra de Ucrania, liderando una tercera vía para impulsar una solución negociada al conflicto, Brasil, a quien este mes corresponde la presidencia rotatoria del Consejo, presentó una propuesta alternativa a la rusa. Esta, basada en un complicado equilibrio de intereses —el soslayo del terrorismo de Hamás, junto con la cercanía de Moscú a Israel, donde vive una importante e influyente comunidad de judíos rusos—, fue aprobado el lunes solo por China, Emiratos Árabes Unidos, Mozambique y Gabón. Cuatro países votaron en contra: EE UU, Reino Unido, Francia y Japón. Los otros seis países miembros del Consejo se abstuvieron. La adopción de una resolución requiere un mínimo de nueve votos afirmativos en el Consejo, de los 15 miembros que lo componen.

La distribución de los votos vuelve a revelar el principal hándicap del Consejo, el organismo con más poder de la ONU. Se trata del bloqueo derivado del derecho de veto que puede ejercer cualquiera de los cinco miembros permanentes del mismo, entre ellos Rusia (en todo lo relativo a la guerra de Ucrania, el Consejo no ha conseguido adoptar una sola resolución, y ha derivado su tramitación a la Asamblea General, con rango menor), China y EE UU. Durante la 78ª Asamblea General, celebrada en septiembre, varios intervinientes, entre ellos el presidente Joe Biden y el secretario general, António Guterres, subrayaron la necesidad de someter las instancias de la organización a una profunda revisión, empezando por el Consejo de Seguridad y su sistema de vetos.

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