Bachar Al-Assad nunca ha tenido que responder por el más mínimo de sus crímenes, cuya lista es, sin embargo, larga, desde crímenes de lesa humanidad hasta masacres organizadas, pasando por campañas de violaciones sistemáticas y desapariciones forzadas. De hecho, el dictador sirio ha logrado desarrollar sanciones internacionales al desarrollarse con el método de producción industrial y la comercialización agresiva de Captagon.

Esta anfetamina altamente adictiva ahora se ha convertido, con miles de millones de dólares en ingresos anuales, la principal fuente de divisas para el régimen de Assad. Y aunque esta droga puede estar destinada principalmente a Arabia Saudí, donde ya es un grave problema de salud pública, Riad parece dispuesta ahora a normalizar sus relaciones con Damasco, rotas desde 2012 por la feroz represión del levantamiento popular en Siria.

La droga más popular en Arabia

El captagón, un dopante sintético, inicialmente basado en fenetilina, tiene un costo de fabricación tanto más bajo cuanto que Siria históricamente podía presumir de una industria farmacéutica de buena calidad. El régimen de Assad se contentó pues con reconvertirse a la fabricación de anfetaminas para los farmacólogos arruinados por la guerra y establecer una sólida red de talleres clandestinos.

La protección de estos talleres, a menudo ubicados en zonas militares de acceso restringido, está a cargo de la cuarta división del general Maher Al-Assad, hermano menor del presidente sirio. Son estas mismas tropas de choque las que aseguran la protección de los convoyes cargados de anfetaminas al Líbano, donde el relevo lo toman socios vinculados a Hezbolá, o a Jordania (la apertura de la frontera terrestre, en agosto de 2021, estuvo muy rápidamente acompañada de enfrentamientos entre los traficantes sirios y la seguridad jordana).

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Si bien una parte cada vez más preocupante del Captagon así infiltrado en Líbano y Jordania se consume en el acto, el destino final de tales envíos de tambaleantes mansiones Arabia Saudita y su mercado tan solvente como parece inextinguible. El captagón, arrastrado por su reputación de droga «activa», goza de una popularidad innegable entre la clase media de las ciudades saudíes, donde el alcohol sigue estando reservado a una élite más o menos protegida.

En la asombrosa jerarquía, el Captagon con más anfetaminas, y por lo tanto el más caro, también recibe el apodo de «Mohammed Ben Salman», en referencia al Primer Ministro y Príncipe Heredero del reino, un verdadero hombre fuerte del país debido a la disminución salud de su padre, el rey Salman. Riad incluso había impuesto, en la primavera de 2021, un embargo a las importaciones agrícolas del Líbano, tras el descubrimiento repetido de cargamentos de frutas o verduras “rellenas” en Captagon.

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