La Nakba (catástrofe) ―las llaves de las casas abandonadas a la fuerza hace 75 años, las caravanas de más de 700.000 refugiados acosadas por las tropas israelíes― forma parte de la identidad palestina tanto o más que la Cúpula de la Roca de la Explanada de Al Aqsa en Jerusalén. El desplazamiento forzoso de cientos de miles de civiles desde el norte de la franja de Gaza, tras el ultimátum lanzado el pasado día 13 por el ejército de Israel, ha devuelto a los palestinos la memoria del desastre de desposesión y desarraigo, en un éxodo de dimensión bíblica que aún se vive como un trauma colectivo.

“El desalojo ordenado por el Ejército la semana pasada, bajo el pretexto de proteger la seguridad de los civiles ante una intensa campaña bélica, es una operación de limpieza étnica que afecta a cientos de miles de civiles”, advierte el historiador palestino Johnny Mansour, de 62 años, afincado en la ciudad de Haifa (norte de Israel), donde el éxodo de 1948 tuvo menor intensidad que en otras regiones que quedaron completamente vaciadas de su población árabe. “Lo que está ocurriendo en Gaza es una segunda Nakba, la mayor desde 1948 y con el mismo plan. Si se destruyen ahora las casas de los desplazados durante los bombardeos masivos y en una invasión militar por tierra, no habrá oportunidad de regresar”, argumenta este profesor universitario, de nacionalidad israelí y militante nacionalista palestino, especializado en el conflicto de Oriente Próximo.

La ONU, a través de su Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), elevaba el jueves hasta un millón de civiles el número de desplazados internos en la Franja desde el inicio del actual conflicto, el pasado día 7. Más de 500.000 de ellos han buscado refugio en instalaciones de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), que estima que unas 600.000 personas han atravesado ya el valle de Gaza, el límite al sur de la capital del enclave establecido en el ultimátum de las Fuerzas Armadas de Israel, de las que 400.000 se hacinan actualmente en áreas próximas a la frontera con Egipto. Si la ONU ya declaró inhabitable en 2020 el enclave palestino, la guerra y el estricto bloqueo han agravado aún más la situación.

“Desde la independencia, en 1948, no se había producido un desplazamiento de población dentro de Israel por cuestiones de seguridad de la envergadura del que estamos observando ahora, con ciudades enteras desalojadas, como Kiryat Shmona, cerca de la frontera con Líbano, con más de 20.000 habitantes”, explica Meir Margalit, de 71 años, historiador israelí alienado con la izquierda pacifista y antiguo responsable de asuntos palestinos en el Ayuntamiento de Jerusalén. “Pero eso no es nada en comparación con el éxodo que se está produciendo en Gaza. Aquí solo hay unas decenas de miles de evacuados, y si no van a casa de familiares, se alojan en hoteles a costa del Estado”. Margalit habla por teléfono mientras se dirige a la ciudad de Ashkelon, una de las más castigadas por los cohetes disparados desde la Franja, para recoger efectos personales de su hijo, que evacuó esa zona fronteriza junto con su familia tras el ataque de Hamás del día 7.

Un grupo de personas abandona sus casa en Jan Yunis tras un bombardeo israelí sobre la franja de Gaza, el 9 de octubre. IBRAHEEM ABU MUSTAFA (REUTERS)

“En Gaza hay ahora un millón de personas casi a la intemperie. Eso es un crimen contra la humanidad”, enfatiza este experto en la cuestión palestina, autor del libro Jerusalén, la ciudad imposible. “Además, a Israel este éxodo no le sirve para nada, ya que tampoco va a poder acabar por siempre con Hamás y devolver a la Autoridad Palestina el control sobre la franja de Gaza”, alerta. “Lo que está preparando Israel es solo parte de una venganza, algo que acaba siempre en un círculo vicioso de violencia”.

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―¿Estamos asistiendo a otra Nakba?

―En 1948 se desplazó forzosamente a la población palestina y luego no se le permitió volver a sus casas. Se supone que la gente de Gaza regresará a sus hogares cuando acabe la guerra actual, si Israel cumple su promesa de no permanecer en tierra palestina, al contrario de lo que hizo hace 75 años. No creo que este Gobierno sea tan estúpido como para meterse en ese pantano: sería un Vietnam para Israel.

Crímenes de guerra

Después de que la Fiscalía del Tribunal Penal Internacional (TPI), con sede en La Haya, abriese en 2021 una investigación por crímenes de guerra en Palestina, dirigida tanto contra Israel, por los bombardeos masivos en 2014 sobre la superpoblada Gaza, como contra las milicias islamistas, por el disparo indiscriminado de cohetes hacia zonas residenciales de Israel, las indagaciones independientes ya se pusieron en marcha dentro del enclave territorial. “Trabajamos entre tres fuegos: el de la ocupación y el bloqueo de Israel; el de la Autoridad Palestina, en Cisjordania, y el del movimiento islamista Hamás en Gaza”, advertía entonces Raji Sourani, director del Centro Palestino de Derechos Humanos, una ONG gazatí, financiada por donaciones internacionales, con la misión de documentar los crímenes de guerra para ponerlos a disposición de la justicia internacional.

Para Israel, el desplazamiento masivo de población palestina en la llamada Guerra de la Independencia (1948-1949) fue la consecuencia de un conflicto surgido a causa de los ataques contra el recién fundado Estado judío lanzados desde los países árabes vecinos, que se negaron a reconocer el plan de partición aprobado por Naciones Unidas en 1947.

“La Nakba fue una catástrofe para el pueblo palestino, causada por la ofensiva del Haganah, la milicia del movimiento sionista, que forzó el éxodo de unos 750.000 refugiados (más de la mitad de la población palestina en aquella época) hacia los países colindantes. Se confiscaron las tierras y casas de los palestinos huidos y se arrasaron más de 500 poblaciones. Lo perdieron todo”, puntualiza el profesor Mansour en un intercambio de mensajes.

“Pero el éxodo también se produjo, dentro de la Palestina histórica bajo mandato británico, hacia Cisjordania y la franja de Gaza”, precisa. En el enclave costero del sur, entre un 70% y un 80% de sus 2,3 millones de habitantes son refugiados aún supervivientes de la Nakba o sus descendientes, y proceden sobre todo del sur de la Palestina histórica.

El recuerdo de los orígenes

Casi todos en Gaza se presentan recordando el lugar de donde es originaria su familia en el actual Estado de Israel. “Yo vengo de un pueblo desaparecido entre Ashdod y Ashkelon (en la costa, al norte de la Franja) que se llamaba Hamama, que quiere decir ‘paloma’ en español”, explica Kayed Hamad, de 60 años, traductor que ha colaborado con corresponsales de este diario desde hace dos décadas. “Temo que se produzca otra Nakba. Pero no me voy a mover, no quiero repetir el mismo error que cometieron mis padres en 1948. Vayamos donde vayamos, Israel nos perseguirá”, explica a través de mensajes de voz de WhatsApp desde la capital de Gaza.

“La Nakba no es un acontecimiento histórico de 1948, es algo que continúa en muchas direcciones. Está pasando ahora en Gaza, pero también con la discriminación que sufrimos los palestinos de Israel, con los ataques de los colonos a los habitantes de Cisjordania”, sostiene del profesor Mansour. La Franja no ha dejado de sufrir conflictos desde hace 75 años. En 1956 (crisis del canal de Suez), en 1967 (cuando fue ocupada por Israel), y en 1973 (reconquista egipcia del Sinaí). Tras la salida de las tropas israelíes en 2005, ha sufrido hasta ahora otras cinco guerras.

Casi dos decenios después de la Nakba, otros 115.000 palestinos siguieron el mismo camino del exilio en la Naksa, la derrota o el revés, en la llamada Guerra de los Seis Días en 1967, en la que Israel ocupó militarmente Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este. Hoy unos siete millones de palestinos viven aún dentro de la llamada Palestina histórica: Israel y Jerusalén Este (dos millones), Cisjordania (cerca de tres) y la franja de Gaza (más de dos), y otros seis millones en el exterior, principalmente en Oriente Próximo, de los que unos cinco millones están registrados por la UNRWA en países vecinos.

“El Gobierno de Benjamín Netanyahu solo busca ahora la venganza, sin evaluar las consecuencias de decisiones como el desplazamiento masivo de población en Gaza. Ser judíos y haber sufrido el Holocausto no nos da permiso para hacer lo que se quiera”, reflexiona en voz alta el historiador judío Margalit.

“El presidente egipcio ha replicado a Israel que si quiere ofrecer un refugio a los desplazados por esta guerra que los acoja en el territorio del Negev israelí en lugar de intentar enviarlos a la península del Sinaí”, cita a Abdelfatá al Sisi el historiador palestino Mansour. El Cairo no quiere que se vuelva a repetir el escarnio de la guerra de 2008-2009 (Operación Plomo Fundido), cuando miles de gazatíes se asentaron en el Sinaí después de que Hamás echara abajo parte de la valla fronteriza.

Con todas las fronteras selladas, los palestinos de Gaza no pueden abandonar el territorio mediterráneo. Muchos tampoco quieren regresar a zonas que están siendo bombardeadas y que próximamente quedarán ocupadas. “Lo que está ocurriendo en Gaza es un genocidio”, afirma Mansour. “Con el hacinamiento que sufre la Franja, toca a una bomba por persona”.

Una niña de asoma de una tienda de campaña en un campo de refugiados en Jan Yunis, el 20 de octubre.
Una niña de asoma de una tienda de campaña en un campo de refugiados en Jan Yunis, el 20 de octubre. IBRAHEEM ABU MUSTAFA (REUTERS)

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