La líder izquierdista alemana Sahra Wagenknecht durante la presentación de su proyecto para fundar un nuevo partido, este lunes en Berlín.Filip Singer (EFE)

¿Un nuevo partido de extrema izquierda con el que robar votos a la ultraderecha alemana? La idea no parece tan descabellada cuando dirige el proyecto Sahra Wagenknecht, una de las figuras más influyentes y divisivas de la política alemana, actualmente diputada en la formación poscomunista Die Linke. Wagenknecht, de 54 años, anunció este lunes en Berlín el terremoto que todo el mundo sabía que iba a ocurrir tarde o temprano: se dispone a abandonar Die Linke y fundar un nuevo partido a principios del año que viene para estrenarse en las elecciones europeas de junio.

El proyecto de la carismática política amenaza con hacer mucho daño a dos formaciones situadas a priori en las antípodas ideológicas: al suyo, porque la acompañan otros nueve diputados y la escisión ahondará los muchos problemas que arrastra la izquierda en los últimos años, y a Alternativa para Alemania (AfD), la formación de extrema derecha a la que según los analistas arañará miles de votos con sus propuestas populistas. Wagenknecht aboga por la recuperación de los valores tradicionalmente de izquierdas y de defensa de los trabajadores, el cuestionamiento a políticas climáticas y de género y una visión sobre la migración en la que se reconoce el discurso de la ultraderecha.

El nuevo partido es, de momento, una asociación que se llama como su líder —Alianza Sara Wagenknecht, BSW, por sus siglas en alemán— y que empieza pidiendo donaciones para poner en marcha sus estructuras y llegar a tiempo a las europeas y a tres cruciales comicios regionales en el Este alemán el próximo otoño. “Hemos decidido crear un nuevo partido porque estamos convencidos de que las cosas no pueden seguir como están; porque, si no, en 10 años no reconoceremos nuestro país”, aseguró la política en una rueda de prensa que generó gran expectación.

Wagenknecht, activa en la escena de la izquierda radical desde la caída del muro de Berlín, quiere situarse como alternativa al statu quo y a la contra del Ejecutivo de coalición de Olaf Scholz, al que tildó de “incompetente” y de ser “el peor Gobierno de la historia”.

Periódicos como el sensacionalista Bild califican directamente de “AfD de izquierdas” al nuevo partido de la líder poscomunista. En lugar de enmarañarse en guerras culturales y en la defensa de los valores woke, Wagenknecht apuntó a cuatro objetivos durante la presentación de su proyecto: una nueva política económica, mayor justicia social —”hay demasiada gente que no llega a fin de mes”, subrayó—, una política exterior basada en la paz y ampliar el espectro de las opiniones. A ella misma le ha ocurrido, se lamentó, que la han llamado “pro Putin” o “prorrusa” por pedir mediación y una salida negociada al conflicto en Ucrania.

El nuevo partido tratará de aprovechar el desencanto de los alemanes con el aumento de la inmigración irregular y la crisis económica, el caladero en el que ha estado pescando AfD en los últimos meses. La formación ultra está pletórica después de sus éxitos en las elecciones de Baviera y Hesse, a principios de mes, donde obtuvo su mejor resultado histórico. Las encuestas aseguran que si los alemanes fueran ahora a las urnas, AfD lograría un 22 o un 23% y se situaría cómodamente en segunda posición, solo por detrás de los democristianos de la CDU.

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El movimiento BSW girará completamente en torno a Wagenknecht, que no esconde su objetivo de contrarrestar a la ultraderecha. En un mundo sacudido por graves crisis internacionales, con una Alemania que tiene “el peor Gobierno de la historia”, es normal que los ciudadanos “estén preocupados y no sepan a quién votar o voten a la extrema derecha por ira o desesperación”, aseguró. Entre los graves errores que en su opinión ha cometido el Ejecutivo de Scholz, formado por socialdemócratas, verdes y liberales, está el envío de armas a Ucrania o las sanciones económicas contra Moscú. Wagenknecht es partidaria de retirarlas porque perjudican a Alemania, un país “industrial y exportador”, dijo, pero pobre en materias primas. Son asuntos en los que comparte la visión de AfD, aunque este lunes aseguró que no colaborará con la formación ultra.

Está por ver si recurrir a los temas y las ideas de AfD le dará resultado. Hasta ahora los intentos de la CDU de robar votos a la ultraderecha con declaraciones y tesis populistas sobre la inmigración han fracasado. Entre copia y original, suele salir ganando el original. Sin embargo, el tirón de Wagenknecht es incuestionable. En una encuesta de Insa para el diario Bild, la primera en la que se incluye a BSW como opción, la todavía embrionaria formación obtendría el 12% de los votos, casi a la par con Los Verdes. Y, efectivamente, buena parte provendría de antiguos seguidores de AfD. Die Linke se quedaría en un 4%.

Después de muchos meses preparando el terreno, el anuncio de la líder de la izquierda deja en una situación extremadamente delicada a Die Linke, la formación heredera del partido comunista de la antigua RDA que cofundó precisamente su marido, Oskar Lafontaine, a partir de una escisión del SPD. Con Wagenknecht se marchan de la formación otros nueve diputados, entre ellos la expresidenta del grupo parlamentario, Amira Mohamed Ali, que anunció que de momento todos mantendrán su escaño hasta que el nuevo partido se cree oficialmente.

El grupo parlamentario de Die Linke tiene actualmente 38 diputados. Solo con perder dos incumpliría el número mínimo para tener su propio grupo, lo que equivale a pérdida de financiación y seguramente a despidos de personal. En las últimas federales, en septiembre de 2021, Die Linke quedó, con el 4,9% de los votos, por debajo del umbral mínimo del 5% para acceder al Bundestag, pero pudo formar grupo al conseguir en territorio de la antigua RDA, donde siempre ha sido más fuerte, tres mandatos directos. “Parece que Die Linke está llegando a su fin”, aseguró el politólogo Wolfgang Merkel, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Kassel, a la televisión pública ARD.

Los todavía compañeros de Wagenknecht, con los que lleva mucho tiempo teniendo algo más que roces, la acusan de egoísmo y de sumir a la formación en un “completo desastre”. La colíder de Die Linke, Janine Wissler, calificó su comportamiento de “inmoral” y la acusó de emprender un “egotrip” o viaje egocéntrico, sin pensar en las consecuencias. La marcha de Wagenknecht estaba más que anunciada. Llevaba dos años criticando abiertamente a su partido por prestar demasiada atención a cuestiones climáticas e identitarias, mientras la dirección la acusaba a ella de perjudicarles con sus proclamas populistas. La apuesta ya está sobre la mesa.

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