Historia de un concepto. Desde que Emmanuel Macron promulgó, el pasado 15 de abril, la ley que eleva la edad legal de jubilación a los 64 años, parte de la población francesa no ha dejado de manifestar su oposición a esta reforma, que considera injusta, y lo ha hecho saber a viva voz. Sobre el terreno, los movimientos del Jefe de Estado y de los ministros se ven interrumpidos regularmente por conciertos de cacerolas.

¿Qué debería hacer el gobierno? ¿Dejar de tener éxito en el territorio o seguir actuando como si nada hubiera pasado? En una democracia, el pueblo tiene tres armas para hacerse oír: el derecho a votar, el derecho a manifestarse y el derecho a expresarse públicamente. En un libro histórico, Principios del Gobierno Representativo (Calmann-Lévy, 1995), el filósofo Bernard Manin ha identificado tres edades de la democracia: la de los notables en el siglo XIXmi carcomido por la democracia partidaria en el siglo XXmi siglo, con la oposición entre una derecha y una izquierda, y, finalmente, la democracia de lo público – denominación que el filósofo prefiere a la de “democracia de la opinión”.

La democracia de opinión sucedió a la democracia representativa, pero no debe confundirse con la dictadura de los medios y las encuestas. Extrae su legitimidad de la expresión espontánea de los ciudadanos que, en su conjunto, forman una opinión. Su horizonte sigue siendo el de un espacio público horizontal donde todos pueden expresarse. De hecho, está en constante cambio.

Muy Vmi República

Este es un término vago en el que los medios son los actores principales; pero cada época tiene su herramienta favorita. En la década de 1990, la democracia de opinión transmitida por encuestas, luego los canales de noticias continuas tomaron el relevo de la década de 2000, antes de ser superada por las redes sociales a mediados de la década de 2010. Más, cualquiera que sea la herramienta en la que se base, esta noción es el tema de críticas vehementes por parte de élites intelectuales y personas que se sienten fuera de sintonía con la evolución de la opinión pública. “La democracia de opinión se ha referido durante mucho tiempo al uso excesivo de las encuestas por parte de los gobiernos, pero hoy las encuestas se consideran menos peligrosas que las redes sociales”señala el político Loïc Blondiaux.

Según su colega Vincent Martigny, “La democracia de opinión no es lo contrario de la democracia representativa, es una profundización de la misma”. También funciona muy bien con el régimen presidencial de la Vmi Republic, que activó una relación directa entre el presidente electo y las personas que votaron por él, pero también contra su oponente. Por su dimensión emocional, le conviene a Emmanuel Macron, porque le permite llevarse las gallinas de la población. O, como nos recuerda el historiador de los medios Alexis Lévrier, «El señor Macron es uno de los presidentes que más teorizó aguas arriba sobre su práctica de poder: establecer la verticalidad y mantener a distancia a los periodistas». Dentro Un personaje de novela (Julliard, 2017), el escritor Philippe Besson hace decir al futuro presidente: “Tenemos que buscar una presencia directa, desintermediada con la gente. »

Te queda por leer el 43,31% de este artículo. Lo siguiente es solo para suscriptores.