La preocupación crece en Bruselas con la posición de Hungría sobre Ucrania. Tanto que el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, ha viajado a Budapest este lunes para saber hasta qué punto el primer ministro, Viktor Orbán, va en serio esta vez con sus amenazas de bloqueo. La visita del belga ha llegado después de que el dirigente húngaro le enviara una carta el pasado 16 de noviembre reclamándole una revisión en profundidad de toda la estrategia de la UE con Ucrania: asistencia financiera, ayuda militar e, incluso, los planes de una futura ampliación que, sobre todo, incluyen a Kiev. Al acabar no ha habido declaraciones por ninguna de las dos partes, que se han limitado a hablar de encuentro “útil” y “discusión sustancial”.

Desde el comienzo de la invasión de Ucrania por Rusia, el político ultra húngaro ha sido un dolor de cabeza constante para el resto de socios comunitarios. En prácticamente todos los paquetes de sanciones ha puesto objeciones y obligado a cambios más o menos sustanciales entre la propuesta de la Comisión Europea y el resultado final. Lo mismo ha pasado con la asistencia financiera que ha ido enviándose desde Bruselas al país invadido, hasta el punto de que a finales del año pasado solo consintió dar luz verde a una ayuda milmillonaria en la misma reunión en la que se aprobó su plan de recuperación de 5.800 millones y se redujo la cantidad de fondos comunitarios bloqueados por vulneraciones al Estado de derecho.

Casi ninguno de los movimientos de Orbán en Bruselas desde septiembre de 2022 pueden dejar de leerse en esa clave. Hace 14 meses, el Ejecutivo comunitario decidió dar el paso de bloquear dinero asignado a Hungría de los fondos de cohesión por su deficiente lucha contra la corrupción. Tras unas semanas de regateo entre la Comisión, Budapest y el Consejo, la cantidad bloqueada fue de 6.500 millones de euros. Esa cantidad se suma a los 5.800 millones del plan de recuperación, cantidad de la que Budapest no ha recibido ni un solo euro porque las reformas que ha aprobado todavía no han pasado el visto bueno de la Comisión (aunque sí obtendrá 920 millones no vinculados al Estado de derecho del programa energético RePower EU). Y, por si fuera poco, sobre el Gobierno de Orbán pesa un bloqueo adicional a todos sus fondos de cohesión (22.000 millones, entre los que están esos 6.500 millones que, por tanto, tendrían un doble candado) por no respetar la independencia de la justicia, los derechos de la comunidad LGTBI, dañar el derecho de asilo y poner en peligro la libertad académica.

28.000 millones congelados

La cantidad total que Hungría tiene paralizada en este momento en Bruselas es cercana a los 28.000 millones y en la capital comunitaria casi nadie duda de que Orbán está vinculando su posición sobre Ucrania a que se descongele el dinero que tiene asignado y no recibe. Hungría ha aprobado varias de las reformas que le pide la UE, pero ahora la Comisión está examinando su ejecución. El visto bueno no acaba de llegar y los plazos que marcan estos procesos están a punto de cumplirse.

Si finalmente llega el aprobado, buena parte del dinero bloqueado podría empezar a correr hacia Budapest, porque las condiciones puestas en el Mecanismo de Condicionalidad, el Fondo de Recuperación y el conjunto de los fondos de cohesión se repiten.

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Los precedentes vistos en los últimos meses y la difícil situación fiscal en Hungría —el propio Gobierno estima que acabará el año con un déficit del 5,2%— conforman una difícil madeja. Y todo esto hace pensar que hay una vinculación entre el veto a la estrategia sobre Ucrania y los fondos bloqueados. Aunque fuentes comunitarias señalan que esta vez el rechazo del ultra a los planes de sus socios es más fuerte que en ocasiones anteriores.

Probablemente, el asunto hacia el que más rechazo ha mostrado Orbán es el mecanismo de ayuda financiera a Ucrania de 50.000 millones que la Comisión Europea ha puesto sobre la mesa en la revisión del marco financiero plurianual de la UE. Hay varios Estados miembros que creen que esta es una cantidad excesiva, pero ninguno ha rechazado la medida de plano.

El primer ministro húngaro ha aprovechado la propuesta para elevar su enfrentamiento con el Ejecutivo comunitario, llegando a convocar una consulta entre su población preguntando, entre otros asuntos, si debe bloquear este plan. Con la consulta, el político populista ha dado un paso más en su enfrentamiento con la Comisión Europea y, concretamente, con su presidenta, Ursula von der Leyen.

El Gobierno de Budapest ha desplegado una campaña publicitaria para la consulta con vallas en las calles de Hungría en las que critica abiertamente a la política alemana. En los carteles puede verse la cara de la presidenta del Ejecutivo comunitario junto a la cara del hijo del magnate estadounidense George Soros, uno de los demonios particulares de Orbán.

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