PAGPara aquellos que aún lo dudaban, el caso ahora está claro: no es bueno, bajo el reinado de Emmanuel Macron, disgustar a la extrema derecha. Pap Ndiaye acaba de vivir la dura experiencia. Aquí está, en efecto, destituido del gobierno cuando llevó a cabo, más o menos, durante catorce meses, la política de su antecesor y cuando en materia de reformas escolares era sólo el holograma del Presidente de la República.

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Su sorpresiva llegada a la rue de Grenelle había revelado una pequeña esperanza: un intelectual reconocido por su trabajo sobre las minorías y la discriminación, admirado por el impulso dado al Museo de Historia de la Inmigración, respetado por sus posiciones matizadas frente a las acusaciones de «wokismo» e «islamoizquierdismo». » En la universidad, había sido bastante bien recibido por los profesores y los ejecutivos de la educación nacional, duramente probado, es cierto, por los cinco años de Jean-Michel Blanquer.

Ciertamente, el hombre no sabía casi nada sobre la institución escolar, pero, después de todo, también podía permitirle abordar temas con una mirada fresca. ¿Quizás incluso, como humanista resolutivo, pudo suspender por un momento las reformas de cañerías realizadas a marchas forzadas ante él… Y ocuparse, finalmente, de los propósitos de una escuela entonces abandonada a los expertos de la hoja de cálculo Excel?

Bajo la supervisión directa del Elysée

Pero, lejos de aprovechar el despeje de su llegada para marcar la pauta, muy pronto el ministro tuvo que contentarse con hacerse eco de las propuestas del Presidente de la República. De su primer viaje conjunto a Marsella para anunciar “la escuela del futuro”se limita a asentir con la cabeza, descubriendo visiblemente propuestas de las que no formaba parte y cuyas apuestas parecía ignorar.

Sin embargo, este proyecto que avaló era muy diferente de las convicciones que se le atribuían: era, de hecho, nada menos que pasar página a una política lanzada por Alain Savary – “dar más y mejor a los que menos tienen” – asignar fondos a las escuelas sobre la base de «proyectos innovadores»con el doble riesgo de“agua donde ya está mojada” y abandonar un poco más a aquellos que, agotados por una vida cotidiana insoportable, no tienen ni la fuerza ni los medios para construir el más mínimo proyecto.

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¿Qué le quedaba entonces al Ministro? Rodeado de asesores y altos funcionarios reclutados por su predecesor, bajo la supervisión directa del Elíseo, sólo pudo seguir la política de Jean-Michel Blanquer, la del Institut Montaigne y la de la derecha liberal: primarización del jardín de infancia en detrimento de la preparación real para la escolarización, caporalización de los profesores de primaria bajo la autoridad de las neurociencias, abandono del colegio a su triste destino como patio de maniobras, reorganización del liceo para abastecer el Parcoursup maquinaria, ruptura de la escuela secundaria profesional cuyos alumnos son privados de la educación general que es esencial para su formación cívica y puestos en competencia en todos los niveles, sin preocuparse por las desigualdades y rivalidades así creadas…

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